Abramos la puerta del corazón al amor, que es más fuerte que la muerte

martes, 25 de marzo de 2008
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El Señor Yahvé me ha dado lengua de discípulo para que haga saber al cansado una Palabra alentadora.  Mañana tras mañana despierta mi oído para escuchar como los discípulos.  El Señor Yahvé me ha abierto el oído y yo no me resistí ni me hice atrás.  Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que me arrancaban mi barba.  Mi rostro no lo recogí a los insultos y salivazos.  Yahvé vino en mi ayuda para que yo no fuese insultado por eso puse mi cara como el pedernal a sabiendas que no quedaría avergonzado.  Cerca está El que me justifica.  ¿Quién disputará conmigo?.  Presentémonos juntos. ¿Quién es mi demandante?.  Que se llegue hasta mí.  He aquí que el Señor Yahvé me ayuda.  ¿Quién me condenará?.  Todos ellos como un vestido se gastarán, la polilla se los comerá.  El que de entre ustedes tema a Yahvé oiga la voz de su siervo.  El que anda a oscuras y carece de claridad confíe en el nombre de Yahvé y apóyese en su Dios.  Todos nosotros los que encendemos fuego, los que soplamos la brasa vayamos a la lumbre de nuestro propio fuego y a la braza que hemos encendido.  Esto vendrá de mi mano.  En tormento yacerán.

Isaías 50; 4 – 11

El Señor Yahvé me ha dado lengua de discípulo para dar al cansado una palabra de aliento. Es el siervo de Yahvé Jesús del que está hablando el profeta. El es el que trae una palabra de aliento.

De donde le brota ésta posibilidad de acercarnos fuerza, gozo, paz, serenidad en medio de la tormenta y de la lucha. Palabra de aliento que nos pone de pie cuando estamos caídos.¿ De donde le brota a Jesús está posibilidad?

El mismo nos lo da a entender en el Evangelio de San Juan en el capítulo 3 en el verso 11 cuando nos dice: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto.

En 1º de Juan 1,1 algo semejante también se expresa: lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocamos con nuestras manos acerca de la Palabra de vida. Eso le anunciamos. Jesús, el Siervo de Yahvé, el que nos pone de pie, el que nos alienta, que te regala consuelo, paz en tu tormenta, que te trae luz en la oscuridad y que fortalece tu peregrinar y tu andar.

El que te muestra que hay mañana, que es hoy y que la posibilidad de lo que estás buscando hoy está cerca de ti como la Palabra suya está cerca de tu corazón, más aún en tus labios si te animas  a invitarlo que se proclame a través tuyo la experiencia hermoso de gozo que El te regala. Jesús el Siervo de Yahvé se reconoce como aquel que habla de la experiencia de amor del Padre, de aquí le viene y ésta es la respuesta a la pregunta que nos hacíamos al principio.

¿De donde le viene ésta Palabra? Le viene del amor del Padre, de la cual Jesús se alimenta. Mi alimento dice Jesús es hacer la voluntad del Padre. Es el cumplimiento de la voluntad del Padre que es una voluntad amorosa, que seduce desde el amor y atrae con la fuerza propia con la que el amor es capaz de congregar alrededor suyo. Desde éste lugar Jesús hace que de su corazón broten palabras de consuelo, fortaleza, caridad, de gozo en medio de vicisitudes, luchas, tristezas, pérdidas, dolores.

Es desde ésta experiencia de encuentro en el amor de donde el siervo sufriente es capaz de ofrecer su espalda a los que los golpean, sus mejillas a los que van a sacudir su barba y su cabeza toda con ultrajes, salivazos, insultos, capaz de soportarlo todo porque el amor es mas fuerte que la muerte.

El amor puede más que toda amenaza, tristeza, que todo agobio, que toda angustia, que toda desesperación, que todo dolor, que todo sufrimiento, que todo final.

El amor es más fuerte y es justamente ésta experiencia de amor de Jesús la que viene a meterse en nuestra vida y desde allí, desde la experiencia del amor poder nosotros sobrellevar la carga y el peso con la que nos encontramos en nuestro andar cotidiano.

Esa dificultad para ponernos de pie a la mañana temprano cuando nos levantamos y pareciera que toda la historia nos cae sobre nuestra espalda, nos resulta difícil encontrar motivos para dar el primer paso al iniciar la jornada.

Esa imposibilidad nuestra de arrancar la resuelve el Señor con el llamado que nos hace a animarnos a experimentar la fuerza del amor suyo que nos lleva, nos hace ir hacia delante sin que seamos por nuestra propia fuerza capaces de dar el paso que tenemos que dar para que la vida sea siendo vida y nosotros no nos vayamos con nuestras propias muertes a la tumba antes de tiempo.

El amor es más fuerte que la muerte dice el Cantar de los Cantares en el capítulo 8. Esta experiencia del amor fuerte, la que vamos a hacer en estos días de Pascua que vamos a celebrar. En el Triduo Pascual al que nos vamos arrimando poco a poco experimentaremos lo que Jesús experimenta cada mañana como dice el Siervo de Yahvé cuando se despierta.

Que de El brota en medio de tormentos, dificultades una lengua discipular que es capaz no solo de sostenerlo en medio de un montón de ultrajes sino de alentar al que está caído y de sostener al que parece que se va a caer. Brota el amor como experiencia de soportar ultrajes y nos invita a nosotros no a desfallecer sosteniéndonos desde una voluntad férrea, a no desfallecer liberando toda nuestra interioridad y poniendo toda nuestra vida en manos del amor de Dios.

Esta experiencia de gozo y de amor, de fortaleza que hace el Siervo de Yahvé: Jesús, le hace decir en el verso 8 en el capítulo 50 en el texto que hemos compartido hoy: cerca está el que me justifica, quien va a disputar conmigo. Es la firmeza que da el amor de Dios. El amor de Dios es un amor que le da tonicidad al alma, le da firmeza y al mismo tiempo con la firmeza flexibilidad.

La firmeza del amor de Dios nos hace flexibles. Es decir capaces de adaptarnos a las nuevas circunstancias estando bien parados. Esta experiencia del amor al que somos invitados a abrirnos en éste Triduo Pascual donde el Señor va a decir yo voy a entregar mi vida pero por vos la voy a entregar.

Abrir el corazón, el alma y experimentar en lo más hondo de nuestro ser y en el entramado de nuestra historia con los nombres y los apellidos, con los entrecruces que ha tenido a lo largo de estos años, con todas las posibilidades y los fracasos de los que hemos aprovechado la posibilidad, de los que no nos hemos podido desligar, de los fracasos.

En medio de todo esto aparece un Dios que dice: por tu vida yo entregué la mía para que tenga un nuevo sentido y lo pasado no es para que sea pisado sino asumido y transformado y mi amor te da esa posibilidad de que asumas quien eres, de donde venís, tu propia historia y desde éste lugar de una forma nueva encontrar el modo de estar de pie y adaptado a lo nuevo que vendrá que siempre es desafiante. Dicen que una persona es inteligente cuando se adapta a las nuevas circunstancias.

Cuanta capacidad hace falta desarrollar en nosotros para poder adaptarnos a lo siempre nuevo que aparece en éste tiempo de cambio de épocas en el que estamos.

Hace falta realmente una inteligencia desarrollada que viene de un corazón que sabe amar, de un corazón que amando piensa bien, un corazón ubicado, centrado, que no esté librado a su propia suerte, que se desparrama de cualquier modo, que se pierde en su búsqueda y necesidad de entrega, un corazón inteligente y al mismo tiempo necesitamos una inteligencia con corazón, una inteligencia amante.

Entre un corazón inteligente y una inteligencia amante se va como configurando un ser integrado en nosotros y esto es justamente lo que viene a brindar la presencia del amor de Dios que se nos ofrece en el Siervo de Yahvé diciéndonos: abrí tu oído no te resistas. El amor es más fuerte.

Esta fortaleza del amor hace experiencia en San Pablo en la Carta a los Romanos en el capítulo 8 en el verso 35. Dice la Palabra: ¿quien nos va a separar del amor de Cristo? La tribulación, quiere decir lo que sacude nuestra vida, nos hace ir de aquí para allá sin encontrar rumbo.

La angustia, que es ese pozo ciego donde no encontramos luz ante muchas circunstancias de la vida, particularmente las que nos ponen ante el límite. La persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada. Por tu causa dice la escritura, somos muertos todo el día tratados como ovejas destinadas al matadero pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó. Estoy seguro dice Pablo, que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo que vendrá, lo futuro ni las potestades, ni la altura ni la profundidad ni ninguna otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.

Como decir el amor está hondamente enclavado en nuestra existencia y las posibilidades que tenemos de encontrarle rumbo a la vida está en dejar que éste amor se manifieste. Hay una clave para darnos ésta oportunidad. Hay una posibilidad para que el amor se manifieste. Es el de hacernos como niños. Es el de reconocer que no vale la pena resistir. Es caer en la cuenta que peleamos contra molinos de viento cuando nosotros ofrecemos a la vida resistencia y no nos dejamos conducir por el fluir de éste amor que nos habita interiormente.

Es no tener miedo a hacerse como niño. Es confiar, es levantar los brazos y aun cuando tengamos un dolor grande en el alma por alguna pérdida, por algún fracaso, por alguna crisis nos podamos confiar de nuevo y esperar  en que Dios, el Señor de la vida y de la muerte muestra que el amor es más fuerte que todo y que en última instancia lo que importa es cuanto hemos sido amados, cuanta capacidad de amor se crea en nosotros a partir del reconocimiento existencial vivo profundo cierto concreto palpable cotidiano de que el amor está allí a la puerta llamando para que le abramos y compartamos con El el camino que nos toca recorrer.

Hacer la experiencia del amor en ésta Pascua con la fuerza que el amor tiene para perdonar, para silenciar, para callar, para servir. Hablo del amor de Jesús, El que ante Pilato calla igual que ante los escupitajos se silencia. Ante los latigazos de la flagelación se entrega. Frente a la cruz avanza y cuando se cae se levanta. Este que se ha hecho antes servidor de los hermanos poniéndose como un esclavo para poder mostrarles como es el amor del que les está hablando se hace servicio.

Este que no le interesó que lo vendieran por treinta monedas, como Judas aparece en el Evangelio entregándolo por esa cantidad.

Ese era el precio de un esclavo en el tiempo de Jesús. El amor puede más. Esto es lo que dice la Pasión de Jesús.

El amor mantiene de pie. Puede más aún que la misma muerte ante la que Jesús se enfrenta y agoniza.

Si es posible aparta de mi éste cáliz y al después cuando está crucificado dice: ¿por qué me has abandonado?.  Sin embargo el amor lo sostiene allí.  No se baja de la cruz a pesar de que alguno lo desafían si eres el hijo de Dios bájate de la cruz.

Permanece entregado porque el amor puede más, tanto más que al fin resucita, cuando resucita da paz. No pasa la boleta, no dice: muchachos me abandonaron, me dejaron, me traicionaron , donde estuvieron.

Tengan paz, yo soy la paz, yo soy la vida. He vencido la muerte, acá están mis manos, éste es mi costado aquí están mis pies, estoy atravesado pero estoy vivo. Atravesado por el amor. Ese mismo amor que atraviesa el corazón de la madre ante de la muerte del Señor. Está atravesada por el amor. A ti mujer una espada dijo Simeón te atravesará el corazón, es la espada del amor, es una espada de amor que hiere que al mismo tiempo trae gozo. Así es el amor de Dios.

En realidad éste herir del amor de Dios es poner al descubierto las heridas que hay en nosotros. Es poner a las claras por su luminosidad las falencias, las heridas, los traumas, las cosas no resueltas, las sombras que nos duelen y que están en el corazón enclavadas. Resistiendo a ser transformadas. Sobre ese sepulcro de muerte nuestra va el amor de Dios para vencer y nos va a doler.

Claro que nos duele encontrarnos con quienes somos y reconocer nuestra propia identidad o nuestro rostro. Nuestra tendencia es escapar, a huir, a no enfrentar, a no confrontar, a narcotizar la vida con algún escape a través del cual nosotros nos alienamos para no estar de cara a quienes somos cuando en realidad la propuesta de éste amor que enfrenta y conforta es darle verdaderamente el rostro a quienes somos.

El rostro de Jesús está desfigurado y ante éste hecho Pilato burlonamente o no se de que manera dice: acá está el hombre y la verdad sea dicha así está el rostro del hombre. Así está tu rostro y el mío también golpeados y bien sacudidos por la vida.

¿Que vamos hacer con lo que nos pasa?

Mucho más de la máscara con la que a la mañana nos levantamos, necesaria máscara para cubrir un poco tanta pena, tanto dolor, tanta tristeza, tanto fracaso, desventura, preocupación, tanto sin sentido. ¿Que vamos a hacer con lo que realmente está detrás de lo que nuestros ojos o nuestros labios indican que está todo bien. Aprendamos a decir no está todo bien por los golpes que la vida nos dio y no encontramos respuesta porque para el dolor solo hay respuesta cuando el amor se manifiesta y se muestra más fuerte que la muerte.

Cuando el amor me habita, cuando le he dado lugar, cuando no está la rienda de mi vida sino que está lanzada mi vida desde el lugar que me muevo, existo. Dios y su propuesta. El amor es más fuerte que la muerte.

La verdad sea dicha cuando se produce una crisis en cualquier sentido en la vida que puede ser personal a partir de la crisis colectiva en la que vivimos como la que parece que vamos a empezar a ver en el mundo en éste tiempo más aguda de la que ya se está. Uno tiene que tener algún lugar de referencia por donde ir sobre todo cuando los caminos se hacen nuevos y el escenario, la geografía, el paisaje, el panorama varía.

El Señor para esto dice la Palabra: te da oído de discípulo te lo está ofreciendo. El Señor, el que te habla, el que te llama, el que te quiere encontrar, el que no tiene miedo como está tu rostro, el que te invita a no tener miedo como estás.

Desde el lenguaje de amor que se escucha en silencio y a la luz de la Palabra animémonos a recorrer con El caminos que nos lleven a convertirlo de a poco en milagro que vaya transformando nuestro barro.

Como dice la canción de Silvio Rodríguez “solo el amor es capaz de convertir el barro en un milagro o el milagro en barro. Es decir de lo que parece que no tiene sentido, del amor cuando se hace presente, Dios amor decimos nosotros, es capaz de transformar lo poco, lo frágil, lo débil, lo nefasto, lo no amable en nosotros, lo vulnerable.

Eso que lo llamamos barro, eso que de alguna forma parece que no tiene sentido, que no tiene consistencia.. El amor lo puede. A ese amor Dios quiere revelarlo y para eso nos invita, como decíamos, a ser como niños.

A no tenerle miedo a nuestra fragilidad a no esconder nuestra poquedad, a no escaparle a nuestra ignorancia, a no avergonzarnos por la circunstancia por la que estamos pasando sino confiar, entregarse y dejar que Dios haga lo que hay que hacer para poner las cosas en su lugar.

El amor nos puede fortalecer, nos puede hacer más creativos, nos puede consolar en la prueba y reconciliar con lo no amable de nosotros mismos. Esto quiere decir que abrir la puerta al amor que llega en ésta Semana Santa es una gran posibilidad para darle vida nueva a nuestra vida y si vivimos en plenitud, nos metemos a fondo en el misterio pascual y nos animamos a ir con Jesús hasta la muerte y bajar con El hasta el sepulcro con el también vamos a resucitar.

Que podamos hacer esta experiencia, que podamos vivenciar desde este lugar de novedad en el amor que es la Semana Santa, el Triduo Pascual y desde un corazón renovado, transformado, sencillamente hecho nuevo nos animemos a vivir un tiempo nuevo.