Cura Brochero: La santidad de un buen pastor

lunes, 12 de septiembre de 2016
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12/09/2016 –  Comenzamos esta semana una serie de Catequesis sobre José Gabriel del Rosario Brochero en camino a su canonización.

 

 

«Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. El llama a cada una por su nombre y las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz». Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: «Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia. Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye. y el lobo las arrebata y la dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.

Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí –como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre– y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre».

Jn 10,1-18

 

Amor de Buen Pastor

La personalidad de Brochero se dibuja principalmente sobre el modelo evangélico del Buen Pastor: “El Siervo de Dios era un pastor”, “Era un hombre abnegado y capaz de hacer cualquier sacrificio para hacer el bien”, activo y santo sacerdote, seguidor de Cristo sacrificado por su pueblo, era paciente, se adaptaba a todos, no era interesado. Era bondadoso, un espejo de la caridad del Buen Pastor: trataba con todos, era él mismo suave, generoso, amable, cortés en su conducta, por eso le querían todos; era un hombre que se sacrificaba detrás del prójimo y llegaba para la confesión de un enfermo, así sencillamente y así conquistaba el corazón de quienes le veían en forma definitiva. Como párroco era un hombre servicial, a todos trataba con igual caridad, sin hacer acepción de personas. Era muy caritativo. Todo esto lo hacia como pastor de almas, párroco celoso, padre de todos, parroquianos o no.

En su persona y en su acción deslumbra el estilo evangélico del buen pastor, por la entrega de sí, por la preocupación constante de ir a buscar la oveja perdida, por su fraterna palabra, por el ejemplo y la demostración continua de una virtud superior que lograba conquistar a cada uno. Los testimonios refieren que iba a todas partes, por más extensas que fueran sus parroquias; hacia funciones, invitaba a ejercicios y en todas partes que iba predicaba el Evangelio.
Si el Señor Jesús podía mostrar sus pies cansados de tantos viajes por buscaros, él, siguiendo fielmente el modelo evangélico, se muestra pastor infatigable, sufrido y dolorido.

En uno de sus eternos viajes a caballo, en el que tenía que recorrer una distancia mayor que la recorrida por la mañana para ir al encuentro de un necesitado, “cansado se baja de la mula, se sienta en una piedra y le dice a Benegas: “Arréglame el apero, vos que sos más joven”. Nadie sabía en ese momento que el hombre de Dios tenía una afección a las nalgas”. Y en la ocasión dejó escapar una frase que pinta su sacrificio corporal en la entrega: “Yo estoy lonjeado de tanto andar a caballo”. Era convicción general que por salvar a un pobre o miserable, daba todo lo que tenía y arrostraba todos los obstáculos. El cura supo exponerse sin importarle cualquier sacrificio; en todas las necesidades en las cuales se recurría a él, se comportó con sumo heroísmo y abnegación”. Es el heroísmo que genera la caridad en el corazón cuando el que guía es el Señor y obtiene un alma capaz de dejarse tomar por Él. 

El ideal de buen pastor lo llevaba a ir al encuentro de cualquier género de necesitados “para que tengan vida” (Jn 10,10): al encuentro de los enfermos para aliviarlos y consolarlos con los auxilios de la fe, al encuentro de los pecadores públicos para llamarlos a la conversión y a la transformación de sus vidas, al encuentro de las comunidades para animarlas, celebrar y compartir juntos la fe. Cuando hablaba de “la excelencia de la caridad, decía que practicar esa virtud era como tomar del puño a Dios; es decir, como ganarse el perdón de Dios”.

Es conocido es el caso del Jovino Figueroa, que era cuatrero, y que muchas veces llegó a asesinar algunas personas para quedarse con sus bienes. El abnegado sacerdote consiguió que fuese a los Ejercicios y que viviese y mueriese como buen cristiano.

Con esta misma actitud pastoral, se preocupaba por atender a todas las familias en sus cotidianos problemas, y regularizó muchos matrimonios que vivían en concubinato. A quienes le reprocharon su conducta de llegar a esa clase de gente, el Siervo de Dios contestaba refiriendo al modelo evangélico de Jesús Buen Pastor: “ La culpa la tiene Nuestro Señor, que obró de la misma manera y paraba en la casa de los pecadores para atraerlos a su reino”. Brochero tenía un modo siempre tan ocurrente a la hora de dar respuesta a quienes querían frenar su acción pastoral. 

 

Cura Brochero12

 

Un contemplativo en la acción

Como Pastor procuró, no solamente el encauzamiento de la región hacia el horizonte del Evangelio y la conversión, sino también hacia mejoras sociales (educación, obras hidráulicas, capillas y colegios), que tuvieron trascendencia nacional, transformando las condiciones de vida de sus contemporáneos, casi como si fuera la pobreza la principal causa de los males de todo tipo que aquejaban a la población. Ciertamente,  se preocupó por la promoción social de la zona consiguiendo mejoras de diverso género de la zona de su curato y gestionando el ramal de ferrocarril de Soto a Villa Dolores. Brochero fue un adelantado en los tiempos en esa opción preferencial por los más pobres. 

Su vida fue reconocida como un continuo acto de apostolado manifestado en sus obras que emprendió por la gloria de Dios y la salvación de las almas. Se entregó por entero al bien de las almas, se identificó con su pueblo mostrándose siempre como uno de ellos, simple y pobre, disponible para todos, atento y adaptado incluso al lenguaje de su gente.

Hablaba en la misma forma que lo hacia la gente; comprobaba los hechos de la vida que convivía él y sus feligreses con lo que podía extraer del Evangelio en forma sencilla, par que llegara a todos y todos le entendieran.

Particular generosidad pastoral demostró en la atención a los pobres. Para ellos fue padre amoroso, los atendió con sus propios efectos personales y con el poco dinero que recibía. Su amor del prójimo era como una característica del santo: todo lo daba a otros, no se preocupaba de sí mismo.

El Padre Brochero sacrificaba su tiempo y dinero en bien de los pobres. Con los que tenían alguna necesidad obraba de manera semejante y en forma inmediata y directa, no esperaba quién sabe que tipo de reflexiones o discusiones. “A un agente de policía que cumplía con su deber, cerca de su casa, le facilitaba un poncho para resguardarse”. Y muchos testimonios coinciden en que jamás se sintió molesto por atender a la gente que lo solicitaba.

Asistía a cualquier hora a los enfermos y sin tener en cuenta peligro alguno, con ellos no reparaba en incomodidades y sacrificios para atenderlos, incluso con peligro de perder la vida. Así testifica la Señora Zoraida Recalde:

“En cuanto a la atención de los enfermos era sumamente solícito y nada le detenía en ir a socorrerlos, como las inclemencias del tiempo, lluvias, nevadas, grandes crecidas de los ríos y arroyos de la zona. A este particular puedo referir el caso de que en cierta oportunidad para ir a atender un enfermo se dio que el río que debía cruzar estaba muy crecido y la gente le decía que no lo cruzara porque corría gran riesgo su propia vida. El Siervo de Dios les respondía que no podía dejar de hacerlo porque debía ir a salvar esa alma; con gran heroísmo cruzó nomás el río y atendió al enfermo que reclamaba su presencia y asistencia espiritual.

Muchos saben que él como Buen Pastor, expuso su propia vida por los demás sin tener en cuenta peligro alguno. Varias veces, en plena nevada, cruzaba las sierras, en aras de su ministerio. Varias veces durmió fuera de su casa, incluso en las Sierras, cumpliendo su deber de pastor. Al final, en realidad, el Cura dejó su vida por los demás. Algunos piensan que puede ser considerado un verdadero mártir de la caridad, porque saben que atendía deferentemente a todos, incluso a su feligrés amigo y enfermo de lepra, un tal Molina, a quien atendía, hacia la higiene, y con quien tomaba mate; se cree que allí contrajo la enfermedad de lepra porque este buen pastor no estaba resignado ante tal mal; la gente amiga le decía que no frecuentara ese enfermo de lepra y entonces el Siervo de Dios les decía: “Y el alma, ¿no importa nada?”.

Brochero vencía toda frontera, y también lo quiere hacer con nosotros, llegar a lo hondo del corazón. Por todo esto, cuantos conocieron al celoso pastor del Tránsito lo retienen sacerdote valioso y ejemplar, y creen que su vida y hechos merecen ser conocidos y en general todos tienen el concepto de ser el Siervo de Dios un santo sacerdote. Su personalidad atrayente indudablemente influyó y sigue influyendo en todo lo que fue su campo de acción y su influencia es sobre todo sacerdotal, espiritual y apostólica.

Padre Javier Soteras