El aceite

martes, 31 de enero de 2012
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En los tiempos bíblicos, el aceite usado en la cocina y en el alumbrado era el aceite de oliva. En Egipto también se conocía el aceite de sésamo.

 

El aceite de oliva se obtenía prensando las aceitunas en un molino de piedra. Ocasionalmente podía hacerse con los pies (igual que con las uvas para el vino). La palabra “Getsemaní” significa “prensa de aceite”. El evangelio dice que, después de la cena, Jesús fue hacia el monte de los Olivos y “entonces va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní”.  Podemos suponer que allí donde había una gran cantidad de olivos, había un establecimiento para obtener el aceite.

 

El texto griego del Nuevo Testamento suele distinguir entre el ELAION (aceite de co­cina y para el alumbrado) y el MÝRON (aceite perfumado o bálsamo). El MYRON podía ser obtenido de especies aromáticas (por ej. el de nardo) o mezclando el aceite de oliva con distintas fragancias.

 

De primera necesidad para la vida del hombre
 es el agua, el fuego, el hierro y la sal,

la flor de harina de trigo, la leche y la miel,
 el jugo de uva, el aceite y el vestido.

Todo esto son bienes para los piadosos.

(Eclo 39,26-27a)

 

El aceite, mercancía valiosa: se cuenta entre los tesoros del rey (2 Re 20,13)

                               y en el tráfico comercial de Babilonia (Ap 18,11-13).

 

En el uso cotidiano y litúrgico

 

* Para preparar panes y tortas: 1 Re 17,7-16.

   Panes y tortas amasados y rociados con aceite se ofrecen a Dios en distintos tipos de
   sacrificios: Lv 2,1-4; 7,11-15; 6,13-16.

 

* En el alumbrado

   Los candelabros del Templo: Lv 24,1-4; Núm 4,9-16.

   La fiesta de las luminarias o fiesta de la dedicación del Templo – Januká -:

                                        1 Mac 4,36-61    Jn 10,22

   La parábola de las vírgenes y el aceite de sus lámparas: Mt 25,1-13.

 

 

La abundancia del aceite, símbolo de bendición:

                                                                Dt 7,12-14;   11,13-15;   32, 12-14;   Os 2,22-24

  y por lo tanto, motivo de alegría: Sal 133 (132)

 

La escasez del aceite, símbolo de maldición:

                                                                           Dt 28,38-42;   28,49-52

   y por lo tanto, motivo de tristeza: Joel 1,9-12

artículo de la prof. María Gloria Ladislao publicado en el libro “Palabras y Pasos”, Ed. Claretiana

 

Una de las mujeres de la comunidad de los profetas clamó a Eliseo di­ciendo:

– "Tu servidor, mi marido, ha muerto; tú sabes que tu servidor temía a Yavé. Pero el acreedor ha venido a tomar mis dos hijos para esclavos suyos".

Eliseo dijo:

– "¿Qué puedo hacer por ti? Dime qué tienes en casa".

Respondió ella:

– "Tu servidora no tiene en casa más que una vasija de aceite".

Dijo él:

– " Anda y pide fuera vasijas a todas tus vecinas, vasijas vacías, no te que­des corta. Entra luego y cierra la puerta tras de ti y tras de tus hijos, y vierte sobre todas esas vasijas, y las pones aparte a medida que se vayan lle­nando".

Se fue ella de su lado y cerró la puerta tras de sí y tras de sus hijos; éstos le acercaban las vasijas y ella iba vertiendo. Cuando las vasijas se llenaron, dijo ella a su hijo:

– "Tráeme otra vasija".

El dijo:

– "Ya no hay más".

Y el aceite se detuvo. Fue ella a decírselo al hombre de Dios, que dijo:

– "Anda y vende el aceite y paga a tu acreedor; y tú y tus hijos viviréis de lo restante".

 

(2do. libro de los Reyes 4,1-7)

 

Tiempos difíciles, los tiempos donde no hay autoridad a quien recurrir. Tiempos difíciles, si no hay ley que proteja a los niños de la esclavitud.

 

Allí está la comunidad de los profetas y su líder, Eliseo, "hombre de Dios". ¿Podrá tener respuestas "de Dios"? Lo que es seguro es que de un Dios que no quiso y no quiere la esclavitud, la respuesta no podrá ser resignarse a la esclavitud.

La respuesta es de Dios y de lo que hay en casa. "Dime qué tienes en casa", igual que siglos después diría Jesús a los suyos: "Id a ver cuántos panes tenéis".

La respuesta es de Dios y de lo que tenemos en casa y de algo que se puede hacer. La madre que vuelve a la casa, que le cuenta a los hijos, los hijos que salen a recorrer el barrio, las vecinas que seleccionan sus vasijas, los hijos que vuelven, que le van acercando las vasijas a la madre y ella que va llenando…

 

Me gusta imaginar lo que falta en el texto. Un niño diciéndole a su vecina: "Doña, no tiene alguna vasija de aceite vacía que con eso mi mamá me va a salvar de la esclavitud…". Y la vecina preguntándose qué se pude hacer con un cacharro vacío pero lo ofrece igual. Y se conmueve ante la gravedad de la amenaza y quizás hasta pone un poco de su propio aceite. Tal vez lo único que hay son cacharros vacíos y la vecina está logrando que en la vasija vacía aparezca la respuesta de Dios.

 

El profeta había dicho "no te quedes corta". Entonces es la "vaciedad" de una vecina multiplicada, todo el barrio apartando vasijas, y dos niños yendo y viniendo, trayendo en las manos los instrumentos de su propia salvación. Ellos, los amenazados de esclavitud, de ir a trabajar para otro, de ser arrancados de la familia, del barrio, de la niñez… ellos están realizando la respuesta a la propia liberación.

El profeta había dicho "no te quedes corta".  Cuando la madre empieza a llenar, el aceite se vierte fluidamente, abundantemente. Se detiene sólo cuando no hay más vasijas por llenar. Porque la medida del aceite la dan las vasijas.

Y como siempre que Dios da respuesta, da de más. No sólo para pagar la deuda, también para seguir viviendo en familia.

 

Tiempos difíciles, los tiempos donde no hay autoridad a quien recurrir. Tiempos difíciles, si no hay ley que proteja a los niños de la esclavitud.

La comunidad de los creyentes se convierte en el espacio de relación más importante; allí está Dios presente con sus poderes y sus saberes, con sus "hombres de Dios", santos y santas que salen a dar respuesta con lo que hay en casa.

Desde la comunidad se juega la ley de Dios que es ley de liberación. Si algo seguro podemos afirmar de este Dios es que no quiere esclavos, menos aún, niños y niñas esclavos. Un Dios que para hacernos salir de la esclavitud sólo pide que alcancemos vasijas vacías.

 

 

Nota: Este artículo surgió a raíz de una jornada con promotores solidarios, donde reflexionamos y nos divertimos mucho representando en una improvisación teatral toda la situación planteada por el texto. Al poco tiempo, en la revista Hecho en Buenos Aires – una alternativa laboral para gente de la calle – me encontré con la siguiente noticia:

La cooperativa El Ceibo es la primera organización de cartoneros que va a implementar un programa piloto que abarcará un perímetro de 90 manzanas en el barrio porteño de Palermo: los cartoneros y cirujas van a poder retirar la basura de día y de manos de los vecinos, en lugar de deambular las calles y despanzurrar bolsas de basura por las noches.

Los promotores del proyecto son los hijos de cartoneros, y su papel es fundamental, ya que van a ser el primer contacto formal que los vecinos tengan con El Ceibo. Los promotores se capacitan a través de un programa de la Fundación Octubre, y son los chicos los encargados de concientizar a los vecinos acerca del proyecto. Esto abarca conocimientos necesarios para que informen puerta por puerta. Después irá el recuperador a retirar las bolsas de los edificios o de las casas.

Para ayudar en esta tarea, los miembros del gremio de los encargados de edificio (Suterh) se comprometieron a recoger la basura inorgánica en una sola bolsa y así entregársela al recuperador. (Revista Hecho en Buenos Aires, año 2, nro. 23, julio 2002)