La humildad, fuente de confianza en el Señor

lunes, 4 de diciembre de 2006
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Entrando Jesús en Cafarnaún, vino a él un centurión, rogándole, y diciendo: “Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado”.   Y Jesús le dijo: “Yo iré y le sanaré”.  Respondió el centurión y dijo: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará.  Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.”  Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: “De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.  Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes”.   Entonces Jesús dijo al centurión: “Ve, y como creíste, te sea hecho”. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.

Mateo 8; 5 – 13

Hoy estamos llenos de alegría y esperanza, por supuesto, ¿por qué habríamos de no estar alegres y esperanzados?, es nuestro deber, nuestra identidad, ¿cómo no vamos a estar contentos?, estamos alegres, y debemos contarlo, estamos de pie, hemos empezado la jornada, la vida es bella, el cielo azul de hoy, estamos en Adviento, ¿qué mas podemos pedir?.

El Adviento es un tiempo que nos invita a revivir y renovar esas cosas hondas que hay en nosotros, esos dones, esos talentos que están ocultos en el corazón, esta capacidad de encuentro que tiene que tener cada ser humano.  Que locura la de la sociedad de consumo, hacernos creer que tenemos que vivir con el walkman puesto en las orejas escuchando nuestra propia música, sin poder escuchar la música ni ver el paisaje de lo que nos rodea.

Que lindo que es vivir, que lindo es recordar aquellas cosas lindas de la infancia, cuando no teníamos miedo, que lindo eso de vivir sin miedo, eso es lo que nos regala el Señor, y por eso tenemos que sacar afuera la alegría de vivir en cada mañana, sobre todo en este tiempo de Adviento, y estaba pensando que locura la de la Iglesia, porque ha dado por iniciado un nuevo año cristiano, así que ¡Feliz año nuevo para todos los cristianos!, que viven su vida siguiendo el año litúrgico que empieza con el adviento.

Y es en este tiempo que le sale afuera la locura a la Iglesia, ¿a quien se le ocurre vestirse de morado?, a nadie, bah, si, solamente a la Iglesia, que en su liturgia conjuga dos cosas locas, muy difíciles de conjugar en la vida diaria, el color de la renuncia y de la tristeza y la alegría del Adviento que ya está entre nosotros.

Lo que pasa es que la alegría para nosotros es un tiempo de darnos todos los gustos, todos los placeres, pero la Iglesia, que tiene una inmensa sabiduría, quiere aportarle a este tiempo desde la Palabra de Dios, que lo mas importante es lo que deseamos, porque buscamos desde el fondo del corazón aquello que anhelamos, aquello que queremos tener pero que todavía no lo podemos tener, aquello que ya acariciamos con nuestras manos, pero que en realidad está por venir dentro de un tiempo.

El color morado es el color del tiempo fuerte en la liturgia, es el color de la conversión, en realidad cuando nos convertimos, cuando abrimos el corazón, cuando de a poco vamos dando nuestros pasos, cuando reconocemos nuestros pecados, cuando nos sabemos necesitados de ayuda, cuando la pedimos, cuando abrimos la mente y el corazón, quizá cuando nos convertimos, en serio, recién comienza nuestra alegría, con el color morado.

En el tiempo de adviento, para nosotros, nos vestimos de morado, con el que intentamos significar que estamos dispuestos, no simplemente a lo que alcanzamos con nuestras manos, a nuestras alegrías, a las alegrías que están a nuestra medida, sino que sentimos un llamado a una alegría mas profunda, incluso con el morado significamos que estamos dispuestos a hacer algún esfuerzo, algún despojo personal, a aceptar un poco nuestras propias renuncias, las cosas que nos superan, y a ponerlas en mano de Dios, estamos dispuestos a recibir los gozos mas profundos, como un regalo, por eso estamos dispuestos a la espera, estamos demorados.

La vida espiritual de un cristiano tiene muchísimo de proyecto, es un proyecto que nace en Dios y culmina en Dios, un proyecto eterno, amado, acariciado por Dios, y el Señor nos lo va participando, manifestando, enseñando a ese proyecto, y quiere que nos lo ganemos con la transpiración de nuestra frente, con el sudor de nuestro cuerpo, con nuestro trabajo, con nuestra fatiga, con nuestra búsqueda, con nuestra capacidad de investigar, de esperar, con nuestro superarnos a nosotros mismos, con este reconocernos, identificarnos, con este darnos cuenta de las cosas, de a poquito, con este aprender a vivir vamos haciendo los pasos.

Así Dios quiere que nos ganemos en este Adviento la alegría de ese nacimiento que está por venir.

Por eso decimos que el Adviento es la preparación para la venida, quizás nuestra disposición hacia esta venida es de expectativa, fíjense que a veces estamos adormecidos, entregados, abochornados, agobiados, andamos nerviosos, embutidos en nuestras propias circunstancias, y entonces perdemos esa visión, ese mirar mas allá, y que lindo que el Adviento sea para despertarnos, para alegrarnos.

“Alégrense en el Señor”, dice San Pablo, escribiéndoles a los cristianos, estén alegres, porque el Señor está cerca.

Pensemos que el Adviento son cuatro semanitas que terminan siendo un suspiro, al hacer nuestra Corona de Adviento, vamos poniendo las cuatro velitas en círculo, con esos colores verdes con los que rodeamos a las velas, que simbolizan la esperanza, con forma de círculo, que simboliza el sin principio y sin fin de Dios, la eternidad a la que estamos llamados, y la cinta roja con la que envolvemos este círculo, simboliza el amor, nos dice que Dios nos ama, y que nosotros queremos amarlo en serio, y elegirlo cada día para seguir sus pasos, y caminar cada día junto a Jesús hasta Dios.

En esta primera semana prendemos la primera velita, y en esta primera velita ponemos toda nuestra ilusión, nuestro primer pasito de preparación para la navidad, tomemos este adviento como un tiempo de embarazo, siguiendo el crecimiento del bebé en María, en su panza, en sus manifestaciones, en sus percepciones permanentemente nuevas, de aquel que va a nacer.

Así también nuestra vida espiritual es un tiempo de expectativa, de apertura de mente y de razón, de mirar hacia delante y hacia arriba, porque viene el amor de Dios a nuestro encuentro.

El Dios que nos preparamos para rememorar como venido en la humildad, es el Dios que nos recuerda que hay una parusía, un tiempo de plenitud, un tiempo de transformación final, y que todos estamos llamados a este tiempo y a esta experiencia de transformación, que es el encuentro con Dios por el don de la fe, por acción del Espíritu.

Nosotros tenemos que ir caminando, no adormecernos, no quedarnos en nuestras comodidades, en nuestras mezquindades, en nuestros gustos personales, no porque no tengan valor en si mismos, sino porque todo esto está llamado a otro valor mas profundo, al valor del proyecto de Dios.

Dios nos respeta, pero justamente porque nos respeta, nos valora y nos conoce, que nos invita a consagrar lo nuestro a cosas mas profundas, por eso celebramos al que vino, y celebramos al que viene, y celebramos al que va a venir.

En el Evangelio que hoy compartimos, ciertamente que este entrar en Cafarnaún de Jesús es como ese andar por los caminos fuera de la ciudad donde nadie quiere andar, por allí el Señor está dispuesto a andar, encontrándose con los despreciable, los que no pueden ser parte de la comunidad, los que están enfermos, heridos, los que están cargados de la lepra, los que viven fuera de los muros, los que viven mendigando, allí va Dios, donde se mendiga.

A mi me parece impresionante esta figura que nos puede tocar mucho y ayudar a nuestra vida espiritual, yo diría que la gran provocación para el día de hoy es ser mendigos de Dios, saber pedir, creo que esta es una de las cosas lindas a las que nos lleva el camino de la fe.

¿Cómo debemos pedir?, debemos pedir desde nuestra conciencia de pobreza, desde nuestros miedos, desde nuestra inutilidad, y también desde nuestras seguridades, también desde esos espacios de nuestra vida donde sentimos que podemos, que la tenemos clara, que somos seguros, que tenemos fuerza, y en esos momentos en los que nos sentimos capaces de enfrentar las cosas, también Dios debe estar, protagonizando nuestra búsqueda, siempre hay que pedir.

Experimentamos especialmente la necesidad de pedir cuando nos damos cuenta de que no podemos, de que realmente tenemos miedo, de que concretamente nos sentimos agobiados, desilusionados, entristecidos, enojados, todo ese mundo interior de sentimientos, esas cosas que hacen que nos sintamos pobres, que hacen que acudamos a Dios.

A muchos les sucede lo contrario, porque las dificultades los agobian, los endurecen más, y los hacen rebeldes hacia Dios, pero creo que la gran mayoría de las personas, la gente sencilla, las personas que quieren vivir en serio, salvo que sean muy egoístas, en general, tienen buen corazón, tienen disponibilidad y espíritu de servicio, así que cuando les pasan las desgracias, eso las ayuda a depender mas de Dios, a pedir con esa humildad con la que hay que pedir al Señor las cosas, con esa entrega y también con esa confianza.

Porque lo nuestro es tener claro que Dios es el Padre, Dios provee, Dios me ama, Dios ha elegido para mi esta vida, me ha regalado esta posibilidad, siempre está conmigo, como le va a decir al hijo mayor de la parábola del hijo pródigo, al que le reclama, “yo siempre estoy con vos, y vos nunca me dice un cabrito para compartir con mis amigos”, estaba enojado, y se sentía desplazado, era el amor propio el que lo hacía sentir así, el egoísmo que tenía adentro.

Claro, él se creía bueno, y eso lo marcó, el padre con su conducta lo desorientó, no pudo comprender el amor del padre, este muchacho se había olvidado de ser hijo, porque esperaba que el padre le de, no le pedía, y el padre quería que le pida, el otro fue capaz de pedir…

A mi todo este tema me conmociona mucho, porque creo que ahí está el secreto de nuestra vida de fe, en estas cosas simples, y creo que una gran dificultad para pedir es el amor propio, el orgullo, muchas veces nos estamos revolviendo en nuestras propias impotencias, y nos cuesta pedir esa ayuda que necesitamos a Dios, a veces esa ayuda que Dios nos quiere brindar a través de las personas que están a nuestro lado.  Saber pedir es una cosa que nos hace sabios, saber pedir, muchas veces tenemos necesidades, pero nos cuesta pedir, el Señor quiere que le pidamos.

La Palabra de Dios nos da a entender en algunos lugares que Dios ya sabe lo que necesitamos, sin embargo, está esperando que se lo pidamos, y este es el secreto del hijo menor de la parábola del hijo pródigo, porque si bien fue miserable y egoísta, y se dejó llevar por su apasionamiento y sus ansias de libertad, su querer vivir como el pretendía, a su manera, sin embargo el Señor lo atrajo a partir de su experiencia de impotencia, de su soledad, de su abandono, su vacío, su suciedad, su propia mugre.

Que lindo que él volvió al padre, el otro, en cambio, parecía que siempre estaba con el padre, pero estaba re-lejos del padre, pero estaba re-lejos, estaba solo físicamente con el padre.  Cuantas veces estamos en el camino del bien, a veces estamos en el camino del bien, estamos en la Iglesia, estamos en los lugares de servicio, pero estamos tan lejos de Dios, a veces estamos con Dios por fuera, pero no estamos por dentro.

Que triste cuando no estamos en las cosas que tenemos que estar, desde adentro, ahí está lo importante, el que está en las cosas desde adentro, en donde en su tarea, en su servicio está de corazón,  comprende sus límites, se sabe necesitado y sabe que tiene que pedir, solo el orgullo hace que no pidamos, solo el orgullo nos hace creer que somos autosuficientes y que nos bastamos a nosotros mismos, pero la vida nos enseña que somos pobres.

Que lindo que Jesús anda por las afueras del pueblo, anda por los lugares donde andan los empobrecidos, los frágiles, los leprosos, al entrar a Cafarnaún, y por entrar a Cafarnaún, se encuentra con la necesidad de aquel oficial romano, que ni siquiera era una necesidad propia, sino de un criado, un hombre sensible, un hombre que está muy alejado de la indiferencia, un hombre que conecta con el hermano, eso es lo que lo conmueve a Dios.

Para Jesús, el que verdaderamente pertenece al Pueblo de Dios, es el que es capaz de ser sensible, de reconocer su capacidad de ayuda, el que es capaz de interceder, el que es capaz de reír con el que ríe y de llorar con el que llora, ese es un integrante del Pueblo de Dios para Jesús.

Para Jesús ser del pueblo de Israel no es simplemente ser judío, sino ser sensible a las verdaderas necesidades, ser humildes, y reconocer la necesidad y acudir en ayuda, pidiendo lo que necesito, que linda la reacción de Jesús, Jesús está atento.

En este testimonio del Evangelio del día de hoy, por un lado a través de la Palabra nos va mostrando esto hermoso y simple, pero tan profundo y tan concreto:  que yo sepa que Dios está en mi camino, que se interesa por lo mío, y que yo tengo que acudir a Él siempre, que Él siempre tiene palabras de vida eterna.

Que bueno es esto de volver al Señor, como el leproso que encontró en el camino y se acercó a Él y le dijo:  “si quieres, puedes limpiarme”, y Jesús dijo:  “quiero, queda limpio”, ante estas palabras quedo profundamente conmovido, porque me llegan al corazón, que simple que es el Señor para obrar, que eficaz que es la confianza, es increíble lo que es una fe actuada desde la confianza, esa es una de las gracias que tenemos que pedirle al Señor, y es uno de los ejercicios que tenemos que hacer permanentemente, vivir la fe actuada en la confianza.

Muchas veces negociamos con Dios, estoy muy lejos de criticar, pero me preocupa esta concepción de la fe, y quizás la reflexión sirva para revisar la fe de uno, y Dios quiera que se útil así, si es que hace falta… muchas veces nos arrastramos de rodillas a los santuarios, dejando nuestra sangre, lastimándonos, con lo cual, insisto, no dudo de la voluntad, pero hay un sentido mercantilista en ese concepto de la fe, al menos viéndolo desde afuera, no desde el hecho de la intención, desde el lugar del que hace el esfuerzo.

Pero muchas veces queremos negociar con Dios:  yo te doy, vos me tenés que dar, si yo te doy mucho, con sacrificio, y si vos no me das, ¿qué pasa?, me desilusiono, me desanimo, pienso:  “Dios no me escucha”.

Muchas veces la fe está demasiado fundada en el voluntarismo nuestro, en nuestro deseo personal de las cosas, nuestros caprichos personales, y muchas veces ciertas expresiones de la vida espiritual pueden estar fundadas simplemente en ese capricho de hacer simplemente lo que yo quiero, y lo que yo entiendo que hay que hacer, y lo que se me tiene que dar en la vida.

Pero la fe verdadera es simple, hace que estemos delante del Señor para pedir aquello que el Señor nos empuja a pedir, si el Señor nos muestra impotencias y pobrezas, si el Señor nos muestra humillaciones, el Señor te pide humildad para aceptar, y serenidad para dar tiempo a que las cosas se hagan, el Señor nos va mostrando lo que necesitamos pedir.

No hay que presionar a Dios, ni negociar con Él, simplemente hay que acudir a Él, es mas simple, que llanos que nos hace la verdadera fe, en este encuentro que tenemos que tener diariamente con el Señor, cada día, cuando nos levantamos para orar, para estar con el Buen Dios, nuestra relación tiene que ser de acogida, tiene que ser un corazón que se abre al designio de Dios.

Siempre en la vida, los cristianos, animados por el Espíritu Santo, hemos de buscar la voluntad de Dios, lo que el Señor tiene preparado para nosotros, por eso no vamos a negociar con Dios, no le vamos a imponer nada a Dios, la fe no tiene mucho de sacrificios, tiene mas de misericordia.

El Señor nos está sorprendiendo permanentemente con su misericordia, “prefiero la misericordia a los sacrificios”, nos dirá Él mismo en la Palabra, “prefiero la misericordia a los sacrificios”, tenemos que aprender a perfeccionar y profundizar, en este proceso de la fe tenemos que ir hacia adentro del corazón, más a comprender y a entender el proceder del Señor, más, cada vez más, dejarnos conducir, cada vez más preguntar mas, depender más.

El centurión recibe el don de la fe, él es un pagano, es un soldado romano, no pertenece al pueblo de Israel, pero el Señor le ha sembrado el don de la fe en el corazón, y es maravilloso ver como acciona esa fe, y es emocionante la profundidad de la fe, lo enorme del don que el Señor ha provocado en ese oficial romano.

“Señor, tengo mi criado enfermo, sufre terriblemente”, está tocado y acude a Jesús, y como reacciona Jesús ante esa fe tan clara y tan cargada de certeza y de confianza, analicemos esto, para nuestra vida, él acude con su necesidad concreta, en vez de estar quejándose, en vez de estar pensando que sacrificio, que penitencia hacer para que el Señor lo ayude, simplemente va al encuentro de Jesús, y le dice, “Señor, esta es mi necesidad, el dolor de mi hermano también me duele a mi, hacé algo por favor”.  “Iré enseguida a curarlo”, Jesús reacciona inmediatamente, Jesús tiene una espontaneidad tremenda, porque Jesús se conmueve ante la humildad.

La humildad es saber a Dios con confianza, una de las cosas que mas necesita el Señor de nosotros, es que confiemos en Él, quizá acudimos a Él, pero no confiamos del todo en él, quizá este es el aspecto de nuestra vida de fe que mas debe madurar, y al que debemos acudir pidiendo la gracia del Espíritu Santo, que nos permita ser profundamente hijos, profundamente filiales, tremenda e incondicionalmente confiados en el Señor.

Cuando digamos “Señor”, que sea realmente con la certeza y la paz de que Él está queriendo darme lo que necesito, y que Él me mostró lo que yo necesito, para que yo pueda encontrarme con Él.

En la vida todo es una excusa de Dios, es una excusa para encontrarse conmigo, para llenarme de sus besos, de sus caricias, de sus abrazos, para darme su gracia, para nutrirme, para levantarme, para madurar de un empujón, para decirme: “ánimo”, para decirme: “no tengas miedo, porque el la vida todo es Gracia”.

Que bueno es poder revisar nuestra fe, esa es la Gracia de Dios actuando en nosotros, todos tenemos nuestros tiempos de crecimiento y el Señor es el que nos da la Gracia, así como el soldado romano recibió el don de la fe, pudo acudir al Señor, esa fe es la que lo movilizó y le dio una simpleza, una relación tan llana con Dios, su problema de vida fue el motivo para expresar esa fe y dio testimonio.

Este hombre expresó que Dios obra con la libertad que obra, y realiza sus designios en el mundo normal de la mediocridad, el Señor, en este Evangelio de hoy nos advierte que muchas veces podemos hacer un daño muy grande a nuestro hermano, y que a veces podemos ser instrumento, siendo motivo de escándalo, siendo instrumento de la perdición de una persona.

Hay situaciones muy límites, situaciones muy desgraciadas por las cuales se induce al mal a una persona, cuando una persona es inducida a obrar en contra de su conciencia, por ejemplo, a veces podemos llegar a ejercer cierta presión, cierto dominio sobre la persona, esa falta de respeto sobre el criterio, sobre la necesidad del hermano, es una cosa difícil.

A veces hay personas que se imponen demasiado sobre los otros, y esto es porque no lo respetan como persona, y además hay personas que son frágiles, que se someten, tienen miedo, tienen temor, muchas veces hacen lo que no quieren y lo hacen por temor, esas personas tienen una gran tarea por delante, de eso no hay duda, porque nadie debe vivir para los otros, ni por los otros, la razón de vivir está dentro de uno primero, y después la elección de compartir y de hacer algo por otros nace a partir de ese amor a si mismos, saber esto es muy importante.

Muchas veces la capacidad de hacer mal que tenemos la ejercemos sin querer, pero muchas veces somos concientes, a veces somos motivos de escándalo, impedimos la vida espiritual de nuestro hermano, a veces lamentablemente hasta los sacerdotes actúan de ese modo.

Acá en Argentina ha habido tantas situaciones que dan tristeza, yo mismo he sido muchas veces motivo de escándalo, no tengo duda de haber sido motivo de escándalo para muchas personas, y cambiar eso no es fácil, porque vos dejás una marca en las personas, dejás un sello, y eso no es fácil de ser revertido.

Uno tiene que aprender a ser humilde, yo digo siempre eso de entrar descalzo en el corazón, hay que aprender a contemplarlo al Señor y aprender a ser simple, lo que se hizo mal sin querer, bueno, paciencia, pero cuando nos damos cuenta que hay cosas nuestras que dañan gravemente al hermano uno necesariamente tiene que plantearse un cambio, rápidamente, aunque sea de manera paciente y progresiva, debe plantearse la idea de un cambio, debe tomar la decisión, y para ese cambio a veces no basta uno solo, hay que saber pedir ayuda, porque saber pedir ayuda es uno de los signos de la voluntad de cambiar de la persona.

Es triste cuando la persona no asume su error, su pobreza, aquello que se entiende por pobreza no solo porque lo tiene él en su persona, sino porque es pobreza es nociva, porque realmente le resulta un obstáculo a él.  Por ejemplo, si yo soy un padre de familia y me gusta tomar, soy alcohólico, por supuesto que el alcohol se transforma en una esclavitud, en una enfermedad, porque se produce una necesidad que hay que satisfacer, a partir de ahí el hombre no puede vivir sin tomar, entonces ese aferramiento, ese cultivo de ese mal hábito que es el de tomar, porque no puede vivir si no está tomando.

A esto Landriscina lo describe de una manera terrible cuando en uno de sus cuentos dice que uno se levantaba y al toque empezaba a tomar para mantener la curda del día anterior, pero claro, ese alcoholismo hace un daño enorme, es un obstáculo para la familia, ¿sabe lo que provoca el alcoholismo?, es una desgracia, igual que los jugadores compulsivos, que juegan y juegan, y juegan, esas personas necesitan terapia, necesitan ayuda psicológica, y física también, y espiritual sin duda, y necesitan una confrontación con la verdad muy seria, no puede vivir una persona administrando sus cosas de una manera que afecte gravemente la paz, la seguridad, el bienestar y el porvenir de los que lo rodean, porque hay personas que dependen de él.  Todos los vicios son motivo de escándalo, de desorden afectivo, de escandalizar.

Si yo no soy fiel a mi matrimonio, y tengo una manera de vivir ocultamente una relación con otra persona, y los chicos se dan cuenta, entonces me transformo en un gran obstáculo para la vida espiritual de estos chicos.  ¿Por qué?, porque no los aliento, al contrario, los desilusiono, los desaliento, se les cae una máscara, ellos se desaniman, y cuantos que aún no siendo chicos, sino adultos sensibles y débiles son afectados por mi mal ejemplo, mi mala actitud de vida, a ellos mi manera de vivir los va desanimando, los lleva a pensar que todo está bien, que todo da lo mismo, entonces ellos también se dedican a vivir mal, ojo, eso hay que planteárselo.

Yo no digo que el hombre no debe cometer nunca errores, digo que el hombre debe reconocer sus errores y cambiar, y también digo, porque estoy convencido de ello, que se puede reconocer y que hace muy bien reconocer los errores, y que uno encuentra la paz cuando los reconoce, pero sobre todo esa paz se afianza cuando uno es capaz de cambiar.

A veces me toca escuchar situaciones muy duras, en un matrimonio, por ejemplo, años y años una persona aguantando al que tiene al lado, aguantándole su alcohol, su vagancia, su manera de vivir como soltero, porque hay personas a las que les gusta vivir como solteros, que aunque tengan compromisos muy profundos, siguen viviendo como si fueran solteros, nadie les puede controlar el horario, los lugares donde va, las personas con quienes está, lo que hace con el dinero, y todo eso daña gravemente, son como escándalos, son como palos en la rueda.

El Señor dic en el Evangelio:  “si tu mano ha sido ocasión de pecado, córtala, si tu ojo ha sido ocasión de pecado, arráncalo, mas vale llegar tuerto o manco al Reino, y no con las dos manos y los dos ojos pero en pecado”.

Evidentemente que no estamos hechos para ponerle trabas a la vida de nadie, también evidentemente que a veces la flaqueza hace que uno cometa errores, no con la intención de escandalizar ni de dañar, pero evidentemente que todos tenemos que buscar el bien.

Tenemos que reflexionar sobre esto, sobre que cosas, que conductas, que manera de expresarme, que manera de administrar mi tiempo, que cosas son dañosas para mi hermano, este planteo habla de una actitud de vida, estoy abierto a ver y a cambiar, y es tan lindo mejorar, le hace tanto bien a uno, y a los que están al lado ni les cuento.

Esta cuestión del Evangelio de hoy no es simplemente no ser obstáculo para otros, no escandalizar, por supuesto que hay que tratar de no hacerlo, pero también hay gente que se escandaliza sola, nosotros a veces nos enojamos con el prójimo y eso es un obstáculo para nosotros, pero no es que el otro me escandalizó, sino que yo solo me escandalicé, a veces estamos tan sensibles que somos nosotros los que tenemos anteojos ahumados y vemos oscuro todo en los demás.

A veces nos hacemos los escandalizados, pero esto que muestra hoy el evangelio es una cuestión de gravedad, es cosa seria, no triste sino seria, profunda, y toca lo hondo de la persona, en estas palabras del  Evangelio el Señor no quiere que nos dediquemos al mal y no quiere que le hagamos daño al hermano, no quiere que seamos un obstáculo.

Yo creo que en el fondo nadie quiere ser un obstáculo, pero no podemos vivir para no hacer daño, sino que tenemos que ser positivos, realistas y concretos, esa es la cuestión del amor, debemos vivir para edificar, para crear, para construir, no solo para considerar lo que puede ser dañoso en mi hermano, lo que puede ser dañoso para mi, para otros, para la comunidad, sino que al contemplar el defecto y la limitación de mi hermano, yo también tengo un deber, un deber que me obliga a mi, primero me obliga a vivir en actitud de entrega, de construir, de hacer el bien, de ser motivo de unidad, de ser yo concientemente, positivamente, deliberadamente, decididamente motivo de encuentro, ser motivo de paz, dar seguridad, ser luz para los otros, ser contención para los hermanos, es una cuestión de esfuerzo, de actitud, de disponibilidad.

Si mi vida se realiza en el encuentro con Dios, el Señor, en ese encuentro con Jesús voy a adquirir esta sabiduría y esta capacidad de ser una persona que permite conectar, alentar, orientar y no dañar al hermano, y el día que le dañe me tengo que sentir responsable de lo hecho, tengo que enfrentarme a mi mismo y cambiar.

Se entiende que tenemos una tarea que empieza por nosotros, con paciencia, porque no termina nunca esta tarea, tenemos que erradicar de nosotros aquellos elementos que son nocivos, que son como elementos de muerte que tenemos dentro sacar ese obstáculo que no deja en paz a mi hermano, a mi comunidad, y tampoco a mi mismo por supuesto.

Necesitamos mucho de Jesús, el hombre necesita recuperar la relación con ese Dios vivo y presente, por eso tiene que cultivarse mucho la capacidad de escucha, para poder mirar y entrar con esospies descalzos en el corazón, y poder ver la realidad, no podemos vivir creyendo o pensando que nosotros somos de determinada manera, tenemos que ver la realidad, ¿quién soy yo realmente?.

Santa Teresa decía que la humildad es la verdad, entonces, para andar en verdad hay que hacer este ejercicio profundo de autenticidad que es la humildad, que consiste en saber ver y en aceptar cuando otro me ve, aceptar que otro se acerque para decirme “mirá, me parece que estás obrando mal, que estás equivocado”.

Ahí entra a jugar esto de la corrección fraternal que tenemos que hacer, lo cual no es para nada fácil, ciertamente, el motivo de la corrección es que quiero salvar a mi hermano, quiero orientarlo, quiero ayudarlo, porque está obrando mal, porque va para el lado diferente, no va para donde tiene que ir.

Y en este tema de la corrección hay demasiado de la falta de corrección fraterna, hay demasiado pecado en la experiencia nuestra, es mas lo que callamos que lo que decimos, pero cuando se trata de la fama del hermano pecamos por el otro lado, porque hablamos mucho por detrás, hacemos muchos comentarios con indiferencia, pero no nos enfrentamos con la persona, no nos ponemos a charlar frente a frente, y eso nos cuesta mucho, y creo que este es el estilo al que nos invita Jesús.

Por eso debemos tomar en serio esa capacidad de vivir en el bien, de desear el bien del hermano, de ser humildes, y de confiar plenamente en el Señor.

Padre Mario Taborda