La visita de María a Isabel

viernes, 21 de diciembre de 2007
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En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”

Lucas 1, 39 – 45

Queremos compartir con María su alegría. Queremos llenarnos de la alegría que supone su corazón, que llega a nuestro encuentro por su presencia sencilla y silenciosa en la visita que hace en la Palabra de Dios, que viva y eficaz, actúa.

Aquello mismo que se ha proclamado en el Evangelio. Ella ha salido a tu encuentro. Está peregrinando sobre tu corazón, sobre tu vida, tu historia, tu familia, tu trabajo, sobre tu hoy, sobre tu aquí y ahora.

Su peregrinar no se demora. Ha elegido las ondas de la radio, como en aquel momento, eligió el burrito que la conducía a la casa de Isabel. Ahora eligió las ondas de la radio para llegar montada sobre ellas a donde vos estás, y comunicarte este gozo y esta alegría.

El niño, dice Isabel, saltó de alegría en mi corazón ante tu presencia. Sería bueno que vos te detengas particularmente a describir los gozos de tu vida en este tiempo, para que en ellos puedas descubrir que se manifiesta de una manera especial, la vida nueva que Dios te trae para renovar tu propia vida. Tu gozo y tu alegría, simples y sencillas. Tu Navidad anticipada. La fiesta de tu corazón.

El niño saltó de alegría ante la presencia y tu saludo. El saludo de María va cargado de la Palabra que toma su voz. Se hace con su sola presencia, mensaje que anuncia. Es María, la que hoy trae este gozo y esta alegría ¿Es pequeño tu gozo? ¿Tu alegría no es tan grande? Dale tiempo para que crezca. Identifica tu gozo y tu alegría. Deja que poco a poco, el Señor vaya acrecentando hacia la fiesta de la pascua, ese mismo gozo y alegría que hoy quiere de una manera más fuerte, comenzar a afirmarse en tu propia historia en estos días previos a la Navidad. Tus gozos y tus alegrías, pequeñas o grandes, como sean. Los simples y los cotidianos. Los que tienen que ver con etapas finalizadas de la vida o con etapas por comenzar. Los que tienen que ver con tu trabajo y con tu vida familiar. Los que brotan de la gracia de la reconciliación y del don de la paz que Dios te regala. Los que tienen que ver con tu deseo, tu ánimo, tu buen Espíritu, tus anhelos y tus sueños. Los que forman parte de lo que tenés en el corazón y que te sostienen en la esperanza, para seguir peregrinando y luchando en medio de muchas dificultades.

Nos detenemos como se detuvo Isabel ante el saludo de María, y pudo con ella, cantar la grandeza del Dios expresada en lo simple de un saludo. Ella te saluda y te dice “Alégrate conmigo por que el Señor está cerca”.  

El texto de Lucas que hemos compartido, donde María sale presurosa al encuentro de Isabel, tiene su correlativo en el Antiguo Testamento, en 2 Samuel 6, 1ss. Aparece el arca en Jerusalén conducida por David hacia el lugar donde va ha quedar establecida para siempre. David lleva el arca. Cuando se encuentra ya en Jerusalén; David danza, canta y baila frente al arca. “David danzaba, dice la Palabra en el versículo 14, con todas sus fuerzas delante del Señor ceñido de un efod de lino”. David y toda la casa de Israel hacían subir el arca del Señor, entre clamores y resonar de cuernos. Cuando el arca del Señor entró en la ciudad de David; Mical, la hija de Saúl, que estaba mirando por la ventana, vio al rey David que estaba saltando y girando ante el Señor. Ella lo despreció en su corazón. Metieron el arca del Señor y la colocaron en su sitio, en medio de la tienda que David hizo levantar para ella. David allí ofreció holocaustos y sacrificios de comunión en presencia del Señor.

María es el arca de la nueva alianza. La que se hace presente en la casa de Isabel y en tu casa. La que se hace presente en medio nuestro. Nosotros, como Isabel, repetimos ¿Quiénes somos para que la Madre del Señor venga a visitarnos en este tiempo? Somos los hambrientos y sedientos de Dios. Somos los buscadores de su presencia. Somos los que clamamos de día y de noche: “Ven Señor Jesús”. Somos los que tenemos la expectativa de que algo tiene que ocurrir, para que otra cosa nueva comience a trascender más allá de lo que pasa ahora. Con todas las circunstancias de la vida en las cuales nos encontramos. Las que nos tiran un poco abajo, y nos deprimen, otro tanto. Las que parecen frustrar los proyectos y que en realidad, son una sombra que va ciñendo nuestro peregrinar, sin terminar de encontrar la luz que anhelamos y esperamos. En medio de un mundo que se ha olvidado de Dios, y al mismo tiempo, lo necesita. Ese olvido de Dios y esa necesidad de Dios, posiblemente forme parte de nuestro que hacer de todos los días.

En medio de todo este contexto de nuevo paganismo, aparece María, simple y peregrinante, que anuncia la novedad de la vida que trae en su seno. Lo hace hoy, como lo hizo hace dos mil años, para llenarnos el corazón de gozo y de alegría. Esas pequeñas alegrías y gozos que van despuntando en el alma. Que van haciéndose presente en el corazón y que forman parte de lo nuevo con lo que Dios nos quiere ver construyendo y haciendo del mundo en el que vivimos, un mundo distinto. Solo desde la alegría y desde el gozo que fortalece nuestra esperanza, podemos sostenernos en la lucha de la espera de un tiempo nuevo que vendrá, y del cual, estamos llamados a ser protagonistas. No espectadores, sino hacedores por la gracia de Dios, de la construcción del tiempo nuevo.

David terminará después, por construir allí, el templo para el arca. Ya no una carpa que la cubre y protege, sino el templo para el arca. Lo va a hacer su hijo, en realidad. Nosotros queremos hacerle un lugar propio a esta visita. No queremos que pase de largo. Queremos decirle que se quede y permanezca con nosotros. Un lugar en esta Navidad para el arca de la nueva alianza. Lo importante es lo que trae dentro de ella. María absolutamente vinculada con el misterio. Ella hecha una, con el misterio que lleva dentro de su seno. Es carne de su carne, el que viene dentro de María. Es su hijo. María nos pide un lugar. Le hagamos un lugar como lo hizo David con el arca de la antigua alianza. Dancemos y bailemos con pasos de gozo y alegría, simples y sencillos, con los que puedas contagiarte y contagiar a otros de eso mismo.  

Tal vez, haya motivos para que en tu próxima Navidad no cantes ni goces. Pero no te engañes. También hay motivos por los que sí podes cantar y gozar. El Señor nos quiere cantando y gozando. Esto hace que se disipen las sombras del corazón y de todo aquello que viene a querer ocultar la presencia del misterio que trae la Navidad.

Nos vinculemos a María y a su presencia. Digamos sencillamente ¿Quiénes somos nosotros para que nos visite con su ternura y nos acaricie el alma con su presencia? ¿Quiénes somos nosotros para recibir este mensaje de paz y de alegría? María cantó la grandeza del Señor. Ella ha querido detener su mirada en esta grandeza, y también en nosotros, para hacernos participar de la alegría del tiempo nuevo que Dios quiere inaugurar. Es un momento para detenernos a mirar el lado positivo de lo que nos toca vivir, y animarnos desde ese lugar simple y sencillo, a construir desde la esperanza. Ella que es lucha cotidiana del tiempo nuevo del que se espera que seamos partícipes y no meros espectadores. Protagonistas y no como quienes ven pasar la historia. Es desde la alegría y desde el gozo, aceptado y vivido como regalo de Dios; desde donde se puede hacer de nuestra Navidad, realmente una feliz fiesta.

María viene a despertar en nosotros esa alegría. Ella viene a decirnos que está contenta y feliz de llevar en su seno a su hijo, después de haber sufrido y padecido en las sombras, el anuncio del ángel y quedar embarazada de Dios por obra del Espíritu Santo. María una vez que ha pasado esta sorprendente y desconcertante presencia de Dios que la ha visitado, visita y comparte lo que tiene en su corazón. En el compartir su alegría, contagia la alegría. Ésta comienza a develarse cuando un acontecimiento de la presencia de Dios nos visita y nos saca desde dentro, lo que teníamos escondido. También en la comunicación de la alegría, ésta aumenta en la luz que comenzó a iluminarnos por ese gozo de presencia. Se acrecientan las razones que nos asisten para vivir la felicidad.

María es la que sale a nuestro encuentro. Ahora, no visita a Isabel, nos visita a nosotros para decir: “Alégrense conmigo. Estoy embarazada de Dios”. Él que viene a rescatarnos de la oscuridad y de la tristeza. Dios que viene a sacarnos de la angustia, y traernos la paz y el consuelo. Dios que viene a poner de pie a los que están caídos, y en su lugar, a los que pensaban que eran algo demasiado importante. Es María la que pone las cosas en su lugar. Quien acomoda la historia con la presencia de su hijo que viene a poner en orden todas las cosas.

Ella es la que trae en su seno a aquel que viene a devolverle la vista a los ciegos, a destapar los oídos de los sordos, a proclamar un año de gracia y de bendición, particularmente para los que son los más pobres en el fondo de su corazón. Entre ellos, estamos nosotros, sabedores interiormente de esta presencia que colma el alma, que la acaricia, que la lleva con su silenciosa manera de comunicarse. Su discreto modo de estar presente pero que no pasa de largo. Su presencia silenciosa y contundente es la que nos colma interiormente de paz y de alegría. Seguramente, en el compartirla, vas a ver como crece en vos y como toma el corazón de otros, la alegría del tiempo de Navidad que se anticipa en la visita de María a Isabel y a cada uno de nosotros.

María nos trae la alegría con su anuncio de gozo. El Hijo del Padre Eterno, por obra del Espíritu Santo, está en su seno. Está cerca nuestro también, por el anuncio que ella hace para que nos alegremos como Isabel y para que dentro de nosotros, salte de gozo lo que está allí expectante por nacer. La vida nueva en el Espíritu que el Señor nos trae y regala. Esa que te quiere comunicar y que hace que vos puedas descubrir que es Navidad. Que comienza a serlo a partir de ese renacer tuyo, en la alegría y en la esperanza.

La alegría es la que nos da ganas de vivir. Cuando estamos un poco caídos y cantamos, se nos eleva el ánimo en el acto. Cuanto uno encuentra un canto de alegría entre las tristezas que podemos tener en el alma, ésta va desapareciendo y la alegría va ocupando el lugar que le toca. Eso propio del corazón humano hecho para la felicidad, para el gozo y la alegría. Por eso, cuando en el texto bíblico, se la ve a María saliendo presurosa al encuentro con Isabel, va a comunicar esto que le permite a Isabel soportar y sobrellevar su ancianidad. Los que van a ser los momentos previos al dar a luz a su hijo. Disipa las preocupaciones y las preguntas.

Seguramente comienza a ver como la vida se mueve. Todo, en realidad, se mueve en aquel encuentro. María que sale presurosa e Isabel que apenas oye el saludo, el niño salta de alegría en su vientre. Ellas, que seguramente, se dan un abrazo. Todos los que contemplan este abrazo de gozo y alegría en la comunicación entre ellas y sus hijos. Al mismo tiempo, el canto de María que sigue a este hermoso encuentro y se hace expresión danzante en un gozo que no puede contener ella y que trasciende las preguntas. ¿Cómo será esto? Las preocupaciones de cómo se lo va a decir a José. Los caminos que tiene que recorrer para explicar lo inexplicable. Lo que ni ella misma, entiende. Que Dios ha tomado su vientre en la virginidad, y por obra del Espíritu Santo, según el anuncio del ángel, ha quedado embarazada del misterio mesiánico. Como decirlo, no se sabe. Cantando, danzando, bailando, comunicando la alegría. Va como encontrando los caminos difíciles que le llevan a casa. Los que la van a devolver a Nazaret para poder decirle de alguna manera lo que no encuentra palabras para expresarlo. Solo el tiempo y la Palabra que esta dentro de ella, van a poder decir, lo indecible. Aun así, mucho quedará en el ámbito del misterio. La alegría permite en parte, ir dejando que todo transcurra y ocurra, poniendo luz en los lugares de incomprensión, y permitiendo encontrar alguna expresión que permita expresar lo inexpresable. El Misterio que María lleva dentro, no termina de entenderse sino a partir de la alegría que le da rienda suelta a su Madre, por la cual se deja llevar y encuentra la luz, donde había sombras.

El Espíritu Santo la cubrió con su sombra, dice la Palabra. Por la fuerza de la luz que había en su presencia. Vos también, puedes encontrar palabras para explicar lo inexplicable, si le das rienda suelta a las alegrías que hay en tu corazón. Cuando las comunicamos se acrecientan. No solamente es bueno que la reconozcas, sino también, que la comuniques. La alegría crece cuando aprendemos a comunicarla. Cuando nos animamos a decirla y la compartimos con otros. La alegría cuando nos gana el corazón nos posibilita seguir adelante y nos da ganas de luchar.