Misericordia quiero y no sacrificio

viernes, 31 de julio de 2009
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En aquel tiempo, Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado.  Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas. Al ver esto, los fariseos le dijeron:  "Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado".  Pero él les respondió:  "¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes?.  ¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta?.  Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo.  Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes.  Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado".

Mateo 12,1-8.

Partiendo de este pasaje en el que Jesús expresa la frase del profeta Oseas, misericordia quiero y no sacrificios, se puede llegar a rechazar todo sacrificio y ascetismo, que es la entrega y la ofrenda de la vida cuando ésta resulta dolorosa. En otro tiempo se consideraba que el sacrificio tenía valor por el sacrificio mismo. Ahora pareciera que lo único válido es el placer. Ni una cosa ni la otra. Ni el placer tiene valor absoluto ni el darse manija con el dolor permite vivir saludablemente.

Del paso del texto de Oseas al de Jesús hay un profundo cambio, porque Jesús le da un sentido nuevo. En Oseas la expresión se refiere al hombre, a lo que Dios quiere de él. Dios quiere amor y reconocimiento, no sacrificios exteriores ni holocaustos de animales. En labios de Jesús, la expresión se refiere a Dios: el amor del que se habla no es el que Dios nos pide sino el que Dios nos da. Misericordia y no sacrificios significa: quiero ser misericordioso, no vengo a condenar. Su equivalente bíblico lo leemos en Ezequiel: no quiero la muerte del pecad