11/10/2018 – Rafael Molero Cruz describe, con cálida sencillez, los bellos momentos compartidos en su niñez y atesorados en su corazón:
“Cuando contemplo las luces de mi pasado,
en el mil novecientos ochenta y uno:
Siempre vienen a mi mente los recuerdos infantiles
jugando con mi hermana y con mi hermano;
y también con los amigos.
Jugábamos a los juegos reunidos,
a chapas, al trompo o a las cartas.
Aquello sí que era amor de familia
con la niñez humilde y sencilla,
cuando salíamos del colegio;
yo un mozalbete y sin barba.
Porque fueron muchas tardes en el parque de mi pueblo
y también en la calle Molinos;
una reminiscencia muy distante.
La sensación era decidida con patadas al balón…
y al regresar a mi hogar era unión y amor familiar.
Tantos recuerdos de niñez, familiar y de amistad,
de ventura decisiva, de esperanza incontrolada
de aquellos alegres veranos,
al volver de nuevo a casa
aferrados todos de las manos.”
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