Una justicia que supera todo

miércoles, 11 de agosto de 2021
image_pdfimage_print

12/08/2021 – Porque el Señor es el Justo, también es cierto que no dejará sin recompensa nada bueno que hayamos hecho: aquel que de a beber a un sediento un vaso de agua “no quedará sin recompensa” (Mt 10, 42) y al final le dirá “Ven, bendito de mi Padre porque tuve sed y me diste de beber” (Mt 25, 34-35). Y nos recompensará abundantemente, dándonos mucho más de lo que podría merecer cada buena acción hecha con amor y haciendo “infinitamente más de lo que podemos pedir o pensar” (Ef 3, 20). Así muestra toda la hermosura de su justicia que no es como la nuestra: “Como el cielo se levanta sobre la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes” (Is 55, 9).

Él premiará el bien que hagamos por amor, pero lo hará a su manera, quizás no como lo imaginamos, pero lo hará, quizás no cuando nosotros lo esperamos, pero lo hará. Así como siempre escucha nuestra súplica sincera para nuestro bien, pero no siempre la escucha como nosotros lo imaginamos sino de otro modo. Él es Justo, sabe lo que nos conviene y lo hace en el momento adecuado. En medio de nuestras oscuridades y nuestras dudas, alabémoslo por su justicia.

Nada bueno es inútil certeza. No se pierde (EG). Además, él puede dar de más por su libre voluntad (Mt 20, 13-16), aunque por ser el Justo nunca hace acepción de personas, nunca lo hace por alguna preferencia como hacemos los humanos: “Ustedes llaman Padre a que, sin hacer acepción de personas, juzga a cada uno según sus obras” (1 Pe 1, 17). Pero él es capaz de ir más allá de ese juicio por pura generosidad. Por eso santo Tomás de Aquino decía que “la misericordia es la plenitud de la justicia” (ST I, 21, 3, 2m). El que no esconde el mal pero lo perdona está mostrando lo mejor de su justicia. Santo Tomás lo ejemplificaba diciendo que “si a quien se le deben cien denarios se le devuelven doscientos, quien hace esto no es injusto, sino que obra libre y misericordiosamente. Lo mismo sucede cuando se perdonan las ofensas recibidas”.

Entonces nadie podrá decir que Dios le dio menos de lo que merecía porque le dio más a otro. Con nadie será injusto: “Amigo, no soy injusto contigo” (Mt 20, 13). ¿Qué importa si le dio más a otro, si a mí me dio tanto gratuitamente? Porque la propia vida ya es un regalo inmerecido que excede todo lo que podríamos hacer para pagarla. Él siempre da de más, y si nos ocurre algo malo, nos ofrece su ayuda para empezar de nuevo y para aprender de lo que nos pasa. Él es el Justo. Alabémoslo por su justicia.