fuerza en tu vida: ser cristiano. Ser discípulo de Jesús. Ser hermano de todos los hombres. Ser seguidor de Aquel que llena, colma y ama tu vida en totalidad.
Vivir la experiencia de amistad con Jesús es el fenómeno más extraordinario que le puede ocurrir a un joven. Es sentirse abrazado por su ternura, su bondad, su personalidad desbordante. Jesús ama; y ama gratuitamente. Nos ha amado primero. Nos amaba desde el comienzo de los siglos. Nos ha amado desde el seno de nuestra madre. Pero su amor, porque quiere ayudarnos a crecer en la Verdad, es exigente.
Jesús lo exige todo. Seguir radicalmente. No quiere cristianos de medias tintas, de mediocridades. Lo dice con toda claridad: “El que no está conmigo está contra mi. El que no recoge conmigo, desparrama”. Nos invita a participar de su plenitud, para llegar a la perfección del Padre. Quiere que participemos de su plenitud para ser testigos en medio del mundo, para ser constructores de su Reino.
Jesús nos enseña (Lc 9,57-62) que las exigencias del Reino son mayores que las otras muchas llamadas que la sociedad, los padres o los proyectos humanos nos puedan sugerir. El Reino está por encima de cualquier situación. El Reino de Dios es vida y se preocupa de la vida de los hombres. ¡¡Se necesitan obreros, dispuestos a darlo todo, para construir ese Reino, para ser servidores de la vida!!
Para el Reino de Dios sólo valen personas fuertes, decididas, arriesgadas. Por eso, seguir a Jesús es la aventura más apasionante que un joven puede vivir.
Es ponerle a El como único tesoro, única perla preciosa por la que “vendo” mis proyectos y mi futuro, para servirle solo a El y a los hermanos.