A veces parece que todo es esperar, esperar a que Dios pase, inquiete, remueva las propias certidumbres. A que Dios llame, a que Dios, de alguna manera, se nos imponga. Pero ¿sabes? Hay que poner algo de nuestra parte, porque Dios no se nos va a meter a la fuerza en la vida. Y en ocasiones uno tiene que perseguirlo. El desierto es el lugar de las preguntas, es la búsqueda de profundidad, es el martillo con el que uno rompe las burbujas que le atenazan para salir a la tormenta. ¡Vamos, en marcha!
Texto original de Pastoral S.J.