La vida oculta

miércoles, 19 de marzo de
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En este mundo de tantos titulares y protagonistas que brillan en portadas de vez en cuando, se vuelve cada vez más necesario aprender a valorar lo cotidiano, lo oculto, lo desconocido. En Cuaresma se nos invita a apagar los focos, o descentrarlos y dejar que apunten a esas otras realidades que no siempre brillan. Es una buena ocasión para pensar en lo cotidiano, lo que, día a día, pasa desapercibido.
Uno va desplegando su tarea y su actividad. El estudiante, peleando con papeles, con entregas, con apuntes… a veces más al día, a veces a trompicones. El trabajador tiene sus rutinas que van llenando las horas, aunque haya días más intensos. Hay pequeños compromisos cotidianos que forman parte de lo que uno hace: preparar la comida, comprar el pan, pasear al perro, visitar a algún ser querido. Es ahí, en medio de lo cotidiano, donde aparece y se despliega la vida, la fe, el amor y la justicia. Es ahí donde empieza a echar raíz la plenitud a la que estamos llamados. Es en lo habitual, lo rutinario, donde crece la semilla que un día dará frutos increíbles.
Lo fascinante es aprender a mirar. En la película American Beauty había una escena muy significativa, en la que uno de los personajes se mostraba fascinado por la belleza de una bolsa de plástico empujada por el viento. Cuando él lo contaba, era fácil verlo a través de sus ojos, y caer en la cuenta de dicha belleza. Es verdad que, a menudo, el bien está escondido, disfrazado de normalidad. Es el beso materno, la llamada cotidiana, una sonrisa al pasar, una palmada en la espalda. Es la limosna sin paternalismo, el compromiso sin medallas, la pasión sin ruido. Hay mucho bien en torno, y a menudo no encontramos la oportunidad de descubrirlo.

Texto original de Pastoral S.J.

 

 

Hna Gabriela fsp