Jesús:
Me acerqué despacio, como un peregrino, a los caminos y a las plazas. Me asomé a las casas. Me detuve a dialogar con las gentes. Mi pasión fue siempre la lucha contra el mal. ¡Cuánto soñé que el reino se hiciera presente en todos! Planté cara a todo aquello que iba contra la belleza pisoteada de todo ser humano. Curé enfermedades, liberé a los que estaban atados por las estructuras injustas. No me dejé amedrentar por los enemigos. Pero ahora parece que el mal se hace fuerte y grita victorioso. El mal se ríe. ¿Dónde está mi Padre?
El Padre
Tened confianza en mí. Yo no soy impotente frente al mal. Quiero vencerlo, puedo vencerlo y lo venceré. Pero he elegido hacerlo de una forma que vosotros nunca hubierais imaginado. He elegido vencer el mal cargando con él y transformándolo desde dentro en bien. He querido poner amor donde no lo había o donde era rechazado. Esto lo he mostrado de muchas maneras, pero en esta etapa final lo he hecho por medio de mi Hijo (cf Hb 1,2), que ha cargado sobre sí todo el mal del mundo y ha mostrado lo que es el amor.
El Espíritu Santo
Conozco las rebeliones del ser humano contra la bondad de Dios. Conozco el poder del mal y cómo éste gana terreno en los corazones. Yo continúo el obrar del Padre, el obrar de Jesús. Trabajo día y noche por infundir en todos los corazones “el amor de Dios” (Rom 5,5). Me estremezco de alegría cada vez que hombres y mujeres descubren que son de verdad hijos de Dios (cf 1Jn 3,1). Desde la interioridad de cada ser humano, en medio de todos los grupos humanos, en las situaciones en las que el mal se hace fuerte, yo siembro siempre semillas de vida y de amor con el fin de acercar a todos los hombres al corazón del Padre (cf Ef 2,18).
Nuestra respuesta
“Recuerda: Cuanto te reprima e inquiete es falso. Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida Y de las promesas de Dios. Por eso, cuando te sientas apesadumbrado, triste, adora y confía…” (T. De Chardin).
Texto original publicado en CIPE