La importancia del silencio
Te invitamos a reflexionar sobre la importancia del silencio en la vida del ser humano que busca a Dios.
Es un hecho reconocido que vivimos en un mundo lleno de ruido, no solamente el ruido que generan los motores, las máquinas, la música, sino el ruido de la radio y la televisión, o el ruido de un mundo que te exige respuestas a un tener, un deber y un placer. Un mundo que se expresa cada vez más con palabras sin sentido, que no edifican y en donde reina la violencia.
En quien busca a Dios surge la necesidad del silencio. Silencio de los labios, de la mente y de la voluntad.
No te dejes llevar por este mundo que cuida excesivamente la apariencia, la fachada, el exterior, que se afana en competir, en apropiarse, en quedar por encima de todos. En el silencio te apartas de este mundo que busca producir y consumir. En el silencio te dispones a vivir de otra manera, vive al amparo del silencio para adquirir otro modo de ser.
Jesús nos asegura que él ve lo profundo que hay en el hombre. Él no se detiene en lo superficial, en lo periférico.
Como Jesús, tampoco nosotros debemos detenernos en lo superficial, en la sensibilidad. El silencio es para internarse en nuestra verdad. El silencio es para vernos de otra manera. El silencio es para que nuestro mundo interior comience a irradiarse, a ser vida.
Dice el Padre Ignacio Larrañaga en uno de sus libros: Llegué y entré en la soledad más profunda de mi ser. Encendí la luz de la fe y, ¡oh prodigio!, en aquella soledad moraba un Habitante: El Padre.
Sí, el Padre y yo nos encontramos en una habitación cerrada, ¿qué hacemos ahora?, ¿cómo adorar?, Jesús viene a responder: ¡cuidado con las muchas palabras! Ahora que el Padre está ahí en lo más secreto. Quédate con Él. (Mt 6,6)
Dice la escritura, “En las muchas palabras no faltará pecado; quien reprime sus labios es sensato.” (Prov. 10,19). También Santiago 3,1-10 nos habla de refrenar la lengua.
Silenciar la mente requiere tener momentos de soledad. Debemos aquietar la mente, tratar de hacer silencio mental para apaciguar la imaginación y el pensamiento.
El silencio de la voluntad se refiere a la cesación de nuestras aspiraciones o deseos, para dar paso a que se nos manifieste la voluntad de Dios en nuestra vida. El silencio significa, en cierto modo, estar vacío o abierto. El silencio nos ayuda a conservar el fuego interior que produce el Espíritu Santo en nosotros.
El momento de nuestra oración personal es un buen espacio para empezar a practicar ese silencio interior. Comencemos por quedarnos quietos, callados en la presencia del Señor después de leer su Palabra, en actitud de contemplación. Sólo míralo y Él te mirará. No le hables, no alabes, no pidas nada, pues en ese silencio profundo Él te hablará.
Jesús nos dice en Jn. 4, 34: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado.”, pero ¿cómo vamos a saber nosotros cuál es la voluntad del Padre si no hacemos silencio?
No nos dejemos enganchar en la palabrería del mundo. Comencemos por hacer pequeños ejercicios de silencio para que crezca cada vez más ese fuego interior en nosotros. El fuego del Espíritu que hoy nos exhorta a entrar más en nosotros mismos.
Reflexiona sobre los siguientes interrogantes:
¿Cuál es el tema en el que más te cuesta refrenar la lengua? ¿Cuánto tiempo diario, estás dedicando a tu oración personal? ¿Hay en tu oración un espacio de comunión, en silencio con el Padre?
Unámonos en oración pidiendo el don del silencio para poder escuchar la voz de Dios.
Fuente: Sitio Oficial Radio Vaticano (Segmento “Familias Victoriosas”)