No es Dios
el que nos condena
somos nosotros
quienes nos condenamos.
el que nos juzga
lo que nos juzgamos
sin medida
y muchas veces lastimando.
Si aprendiéramos
a “ver” con los ojos
que miro jesus,
no existiría
el odio,
la calumnia
y la injuria
contra un hermano.
a
AMAR
como El nos amo
no dudaríamos
en “dar la vida”
en pequeños gestos cotidianos