Ojo con la música!

sábado, 27 de septiembre de
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Cuenta la historia que Dios, al inicio podía comunicarse abiertamente con su creación más querida. Él le hablaba y los llamaba por su nombre y ellos entendían perfectamente, fuerte y claro, como tú puedes escuchar hoy los sonidos que te rodean. Pero las cosas cambiaron… Sabemos todos como termina la historia de los dos primeros personajes, pero hay pequeños detalles de esta historia que con el tiempo se fueron perdiendo.
El oído de nuestro abuelo Adán dejó de darle importancia, entre tantos sonidos, a la voz de Dios, y con el tiempo el Hombre perdió la capacidad de notar tan clara presencia. 
Dios, sin embargo no se dio por vencido. Siguió intentando y llamando por distintos lados, valiéndose de lo que pudiera para que sus hijos, a falta de oído, no dejaran de escucharlo. Por fin encontró el medio. Se hizo de un idioma propio, capaz de traspasar lo grueso de la carne y hondar en lo más íntimo del alma humana: La Música.

Pero el Hombre se confundió, como tantas veces, y termina por simplificar aquello que va “más allá”. Decimos:” me gusta esta música”- y por ahí queda…. ¿en un gusto? ¿nada más?
Si nos preguntamos el porqué nos gusta una letra, una melodía, qué nos llama la atención… ¿sabemos responder? 
Tantas veces he entonado numerosas canciones que poco a poco, fueron calando hondo en mi interior hablándome, llamando, cuestionándome. Al final ese ritmo, melodía y letra que uno opta por escuchar es mucho más que un simple gusto: expresa esencia, en ella habla el alma. 
Acaso cuando vamos a una cita y nos interesa saber cómo es la otra persona, cómo piensa, cómo siente, ¿no le preguntamos su gusto musical? 

Dirán” eso es cierto, pero ¿que tiene que ver Dios en esto?” 

Supongamos que un extraño nos enseña un papel. Dentro tiene escrito en una hermosísima caligrafía- tan linda que pareciera una obra de arte- un mensaje, pero nosotros seguimos admirando, pensando en los trazos que vemos en el papel. Nos concentramos en lo bello de esas marcas, lo bien que están dibujadas y nos olvidamos del significado que encierran. Seguimos reproduciendo y transcribiendo esas palabras a otros papeles, las mostramos a otros, pero nunca las desciframos. Escribimos sin saber leer… el mensaje se pierde y lo que ese extraño tenia para decir nos llegó, pero nunca lo notaste. Así es la Música. Reproducimos pero no escuchamos.

Cuando de niña iba a misa, me divertía buscar en el cancionero aquellas canciones que mas me gustaban y por las noches le pedía a mi madre que las cantara. Recién hace 2 años me detuve en la letra y me cuestioné si eso que gritaba con tanto entusiasmo realmente lo haría.  Es decir, ¿iría donde “los hombres necesiten las palabras de Dios y mis ganas de vivir” sin ninguna otra condición? ¿Quiero abandonarme en Jesús como “el barro en manos del alfarero”?, ¿dejaría que el “tomara mi vida y la hiciera de nuevo”? Ya no estaba tan segura de repetir esas frases… eso me dije y sin darme cuenta, lo seguí haciendo. 

Allí, reaccioné.

Dios te hace gustar de “algo”:un ideal, una frase, una vida y espera que la busques. Esa es su forma de decirnos “TE TRAJE AL MUNDO PARA ESTO”. Él no nos hace desear, no nos muestra algo que no podamos alcanzar. Si tanto me gusta la canción “alma misionera”, ¿será que estoy llamada a ser una? SI. 

Tenemos a disposición el idioma para entender a Dios, no lo dejemos pasar. 
Busquen, busquen en las letras que les llama la atención, en noticias de diarios y revistas, busquen aquello que no les sea indiferente y seguro allí Él les está diciendo algo.

 

virginia mallarini