Como un día que te levantas y le pedis a Dios que te muestre su voluntad,
resulta que en el momento menos esperado te la da, ese mismo día,
la reacción es sorprenderse de las respuestas.
No hay de que sorprenderse, porque ese es la voluntad de Dios. Varias veces caemos en la duda, dudamos de la voluntad de Dios, aunque nosotros mismos la pidamos.
Me queda cumplir con esa respuesta, dejarme guíar, y no dudar en la voluntad de Dios.
Ahora es cuando iniciar con la nueva aventura que Dios me propone, pero no es una aventura en donde tengamos que decir: “Que pase lo que tenga que pasar”, no, es decir: “Que pase lo que Dios quiera que pase”, porque es con Él con quien estamos compartiendo y viviendo esto.
Aunque la turbulente agua quiera que dudes de la voluntad y el proposito de Dios, confía en que Dios ya te ha dado una respuesta, en la que no podes dudar por ningún motivo.
Aferrate a su mano y no te soltes, aunque tus fuerzas no puedan más, dejá que Él te sostenga.