Hacer simplemente lo que tenemos que hacer.

martes, 11 de noviembre de
image_pdfimage_print

“Dijo el Señor; “¿Quién de ustedes que tenga un criado arando o pastoreando, le dice cuando llega del campo; “Ven, siéntate a la mesa”? No le dirá más bien: “Prepárame la cena y sírveme mientras como y bebo, y luego comerás y beberás tú”? ¿Tienes que ser agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Así también ustedes: cuando hayan hecho todo lo mandado, digan: “Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que debíamos hacer”.
(Lc 17,7-10)

Ciertamente que este texto revela otra cultura.
Aunque tampoco nosotros estamos tan lejos de ella.
Quisiera saber cuántos sientan a la misa a comer con la familia a las empleadas del servicio doméstico.
Como si fueran personas de segunda categoría.
Como si fueran personas de otro rango.
Pero no creo que Jesús haya querido darnos una lección de sociología.
Sino más bien hacernos pensar sobre nuestra actitud y nuestro servicio a Dios.

Es posible que si examinamos y miramos nuestro corazón:
Nos sintamos con demasiados derechos frente a Dios.
Nos sintamos con demasiados títulos para que Dios nos escuche.
Nos sintamos con demasiados títulos para que Dios haga lo que le pedimos.

Pablo entendió su fe de otra manera:
Pablo no le exige nada a Dios.
Pablo se da por bien pagado por el mismo hecho de “predicar el Evangelio”.

Nosotros tendríamos que decir:
Estamos agradecidos de ser bautizados.
Estamos agradecidos de vivir gozosamente nuestro bautismo.
Estamos agradecidos de vivir nuestro amor sacramentalmente.
Estamos agradecidos de habernos llamado a la vida consagrada.
Estamos agradecidos de habernos llamado al sacerdocio.
Estamos agradecidos de haber dado la oportunidad de servir a los demás.
Estamos agradecidos de habernos dado la oportunidad de poder comulgar.
Estamos agradecidos de habernos dado la oportunidad de poder hablar con él.

Es que todo lo que hacemos como creyentes:
No es para ser empleados a Dios.
Más bien es El nuestro empleado y servidor.
No es para hacer mejor a Dios.
Sino más bien para poder ser mejores nosotros.

Pudiéramos decir que en esta parábola Jesús como que se contradice a sí mismo.
Porque en primer lugar el siervo es El.
No es que nosotros seamos amos, pero sí hijos y hermanos.
Y es El quien se levanta de la mesa y se pone a lavar los pies a los suyos.
Y es él quien nos dice que hagamos lo mismo.
No para ganarnos méritos, sino para parecernos más a él.

Lo que hacemos por Dios no es para hacer más a Dios.
Sino para hacernos más a nosotros mismos.
Y por otra parte si hacemos lo que tenemos que hacer, no hacemos nada especial.
Si cumplimos con él no nos da título alguno.
Hacemos simplemente lo que tenemos que hacer.
Si nos realizamos como personas, hacemos lo que tenemos que hacer.
Si nos realizamos como bautizados creyentes hacemos lo que tenemos que hacer.
No para ganar méritos.
Ni ganarnos un sueldo o un salario.
Nos ganamos a nosotros mismos y para Dios.

Clemente Sobrado C. P.

 

Miguel Aedo