Dios mío, mi Padre amado, ahora solo estamos Tú y yo. Tu amor me cobija mientras tu mirada tierna descubre hasta los rincones más ocultos de mi ser; avergonzado y triste estoy de que veas mi pecado, más no deseo huir de tu mirada perspicaz y tu palabra amorosa que renueva mis pensamientos, cambiando poco a poco mi débil ser, mi pobre espíritu.
Yo nunca quise alejarme de Ti, pero mi pereza espiritual me fue apartando cada día más de Ti. Ya no pude verte ni escucharte, ya solo observaba los nubarrones grises de la tormenta, ya no escuchaba solo Tu voz sino muchas, y entonces sobrevino la confusión, el error y el miedo.
Ahora vuelvo a Ti con las migas de un corazón sufriente por falta de Ti, un corazón que aunque gravemente herido está, encuentra su esperanza entre tus manos que sanan, un corazón que aunque indigno es, se acerca a tu presencia que reconforta, perdona e infunde valor.
¿Cómo podría aprender a vivir sino te tengo mi Amado Maestro? ¿Cómo podría descubrir la mecánica de la vida sin Ti?
Hazme volver, porque sin Ti soy como un barquito sin un puerto a donde arribar,
hazme volver, pues Tus ojos son mis ojos y sin Ti soy ciego,
hazme volver, pues sin Ti no puedo escuchar la verdad,
hazme volver, porque sin Ti, yo muero.