La viguesimoquinta hora

miércoles, 19 de marzo de
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LA VIGUESIMOQUINTA HORA

LA GRAVE CRISIS DE LA ORACIÓN SUBE  AL CIELO EN MEDIO DE LA CONFUSIÓN. ¿POR QUÉ LOS HOMBRES HAN DEJADO DE REZAR? DESPUÉS DE UNA DETALLADA INVESTIGACIÓN EL CONCEJO DE LOS ANGELES, REUNIDO PARA ENCONTRAR UNA SOLUCIÓN, SE DIVIDE ENTRE “HALCONES” Y “PALOMAS”.  AL  FINAL SURGE UNA PROPUESTA: ¿SERA LO QUE HACE FALTA PARA QUE LOS HOMBRES  VUELVAN A LA ORACIÓN?

Los Ángeles comunicaron preocupados al Creador que los hombres habían dejado de rezar casi por completo. El Concejo Celeste decidió, entonces, confiar a un grupo de Ángeles hacer una investigación sobre las causas de esta alarmante situación.

Ellos refirieron que los hombres eran conscientes de su falta de oración pero, sin embargo, a pesar de su buena voluntad, confesaban que les faltaba tiempo para rezar.

En el Cielo se maravillaron pero, al mismo tiempo, sintieron alivio ya que el temido rechazo no obedecía a otra causa más que  a la falta de tiempo.

El Consejo de los Ángeles se reunió y considero varias alternativas para solucionar el problema. Algunos sostenían que con algunas medidas de la Divina Providencia, se debería eliminar la apariencia febril de la vida moderna. De hecho-en otros tiempos-casi todo andaba mucho mejor.

Un grupo propuso, también, castigar al género humano: “esto tendría un efecto muy seguro” y se indicaron ejemplos: un diluvio universal, un fuerte terremoto, guerras, pestes, el SIDA….

Pero el huevo de Colón lo descubrió un joven ángel  y dijo: “Dios debe mostrar comprensión por las necesidades del hombre moderno y, para ello, solamente, lo que debe hacer es alargar el día. No obstante la oposición de algunos, la propuesta fue presentada a Dios y Dios estuvo de acuerdo. Y de hecho Dios creo la vigesimoquinta hora para el día. En el cielo hubo una muy grande alegría y decían: “Dios tiene verdaderamente comprensión por sus creaturas”

Cuando en la tierra se comenzó a notar que el día duraba una hora más, los hombres se llenaron de asombro; y cuando descubrieron la razón del porqué de esa hora se llenaron de reconocimiento. Las primeras reacciones fueron muy alentadoras. En los círculos bien informados se comentaba  que se necesitaba un poco de tiempo para adecuarse a la nueva hora pero, después, funcionaria plenamente.

Después de un cierto periodo de prudente reserva, los Obispos anunciaron-explicando-que la hora vigesimoquinta habría entrado en la vida de los hombres como “hora de Dios”.

Pero, en el cielo, la alegría inicial dio paso  a la desilusión. Contra toda expectativa no llegaban al cielo más rezos que antes y, así, se enviaron de nuevo los mensajeros  a la tierra. Estos refirieron que los empresarios mandaban decir que la hora vigesimoquinta-por la que se sentían obligados a agradecer-había provocado gastos especiales por causa de los cambios de organización. El mayor empleo de los talleres requería un notable esfuerzo para calificarlos, es decir, no se podía renunciar a ella sobre todo en relación al grado de rendimiento de la economía, precisamente en ese momento. Se pedía, por tanto, que se comprendiese la forzada situación en que se vivía-Se lamentaba vivamente- pero, por el momento, no se podía de ninguna manera dejar esa hora de más, tan necesaria.

Otro ángel fue al sindicato. Causo maravilla y asombro. No obstante fue gentilmente escuchado. Le respondieron que la nueva hora correspondía a una petición del sindicato, hecha hace mucho tiempo. Por el interés de los obreros y por la seguridad de los puestos de trabajo en la industria del tiempo libre era necesario justo tener un espacio adecuado al reposo.

En los círculos intelectuales se discutió mucho sobre la nueva hora. En una mesa redonda de mucha audiencia televisiva, antes de empezar el debate, se afirmó que  a las personas mayores no se les podía prescribir que es lo que podían hacer en esa hora. La idea de los obispos de vincularla a la conciencia de los hombres “como hora de Dios” debía ser rechazada como un acto autoritario. Además el análisis sobre cómo había empezado esa nueva unidad de tiempo todavía no había terminado. Más aun, las ingenuas interpretaciones religiosas  no podían, en ningún caso, tener pretensiones frente al hombre moderno.

Pero al ángel que había sido enviado a los círculos eclesiásticos se le explico que de todas formas se oraba. La intervención del cielo se decía, en todo caso debía ser vista como una simple contribución para ser remitida  a la decisión de la conciencia personal.

Algunos iban más allá y decían que desde el punto de vista de la “iglesia de base” todo este asunto debía ser evaluado críticamente: determinar la vigesimoquinta hora, como la hora de la oración, era restrictivo y, en ningún caso podía ser decidido “desde lo alto”, es decir, sin la relativa obra de sensibilización “desde abajo”. Algunos párrocos señalaron estar muy reconocidos por ese tiempo de mas  que se les daba, pues tenían gran necesidad para el ejercicio pastoral y un teólogo hizo saber que él estaba escribiendo un libro sobre la oración y que la nueva hora e era muy oportuna para llevar adelante mejor su trabajo.

Y así, al fin, todos tenían un motivo propio por el cual, la nueva hora ganada al día, no podía ser dedicada a la oración. Unos prolongaban su tarea en el trabajo, otros gozaban de mayor tiempo libre, otros se habían asociado a una nueva asociación o frecuentaban cursos sobre la autorrealización, sobre nuevas técnicas de dialogo o de meditación. Sobre el “significado de la vigesimoquinta” se escribieron muchos libros de pedagogía, economía, psicología y teología, a los que se siguieron congresos científicos.

Institutos religiosos de formación organizaron cursos sobre las diversas técnicas de oración y los participantes, de ordinario, tenían discusiones que duraban toda la noche.

Pero algunos Ángeles volvieron al cielo no sabiendo como evaluar sus observaciones. Pues habían encontrado hombres que realmente acogieron de la mano de Dios el don de ese nuevo tiempo, de la misma forma como habían recibido todas las otras horas de la vida: para su actividad, para el servicio a los otros, para la participación en la Misa, para la oración y para la hora vigesimoquinta encontraban más fácilmente tiempo que antes.

Los Ángeles quedaron maravillados; aquellos que aceptaban la hora vigesimoquinta como un don de Dios y la agradecían eran los mismos que siempre habían tenido tiempo para orar……

Entonces el Concejo de los Ángeles reconoció que la oración es una cuestión de amor: el tiempo, de por sí, no produce hombres de oración.

Aquellos que no quieren orar no encontraran jamás tiempo para la oración ni siquiera en un largo día…. Resultaba claro que solamente tienen tiempo aquellos que aman.

Por esta razón, el Consejo de los Ángeles decidió pedir a Dios que aboliera la vigesimoquinta hora, y quitar también su recuerdo de la mente de los hombres.

Y… así sucedió.

Traducción del italiano del P. Héctor N. Grandinetti

 

 

 

Mariela Gamarra