Dí de “casualidad” con una imagen y un texto que hacían referencia al Kintsugi*.
No sabía lo que era, así que me puse a leer algo más. Tengo por natural ir leyendo las cosas -lecturas propiamente dichas, imagenes, sensaciones, paisajes, historias, todo…- más allá de lo que dicen. Me descubrí leyendo mucho más lejos que “el arte japones de reparar fracturas….”.
Pensé en las personas en general, pensé en mí, cual si fuera cada uno de nosotros ese objeto roto, fracturado, afeado, en baja de valor. Pensé en lo facilmente desechables que podemos volvernos a nuestros ojos y a los de los demás cuando no vemos “en posibilidad” lo que nos sucede. Cuando perdemos esperanza en la “reparación”, en que las cosas cambien, en la conversión.
No solo es reparar, y acá viene lo que para mí guarda un secreto maravilloso aplicable a las cosas del alma, del corazón, de la vida en su centro más vital. El arte no solo de reparar lo roto, sino de resaltar con absoluto valor las grietas, las heridas, poniendo en un lugar bien visible aquello que es más propicio ocultar. Incorpora la herida, la realza, la acepta, la sana sin borrarla, la cubre de oro, de valor, de belleza.
Ahora el objeto -lease también corazón de cada uno- toma un valor nuevo, superior incluso, y no es el oro o la belleza de la herida, sino la aceptación de la historia y sus posibilidades de transformación. Como esa canción de Meana “no ves el hilo de oro de la Pascua, que rediseña todo lo que cruza”.
*Kintsugi (金継ぎ?) (Japonés: carptintería de oro) orKintsukuroi (金繕い?) (Japonés: reparación de oro) es el arte japonés de arreglar fracturas de la cerámica con barniz de resina espolvoreado o mezclado con polvo de oro , plata o platino.