Nosotros quisiéramos verlo todo y resulta que solo vemos lo externo, solo vemos lo accidental.
De los árboles vemos la corteza del tronco pero no vemos la savia que corre por dentro. De los árboles vemos las copas de sus ramas pero qué poco vemos las raíces escondidas en la tierra.
Por algo el Principito decía: “que lo esencial es invisible”.
Lo más maravilloso de cada uno de nosotros no lo vemos, lo llevamos dentro del corazón, en nuestros pensamientos y en nuestras almas.
Lo más importante no se manifiesta en grandes cosas. Se manifiesta en nuestra manera de valorar a los demás, en nuestra manera de utilizar las cosas y en nuestro modo de pensar.
El reino de Dios lo vemos en la paz que llevamos en el corazón, en la fraternidad con todos los hombres, lo vemos en los que hacemos felices y lo llevamos en el cambio del corazón.
El reino de Dios “llega a nosotros” cuando llega una sociedad más justa, más humana, más fraterna.