Una cifra que da idea de lo lucrativo del negocio del aborto y de las poderosas razones de esta industria para fomentar en todo el mundo leyes permisivas e incluso favorecedoras de esa lacra: “Teníamos en funcionamiento siete clínicas. En Barcelona, Madrid y Valencia. Desde que fuimos detenidos e ingresamos en prisión, en 2007, están inactivas. He dejado de ganar más de siete millones. Vivo en circunstancias a las que no estaba acostumbrado. Yo no sabía lo que costaba el pan. Ahora sí. Me siento desprovisto de la libertad que tenía. Tengo la suerte de estar enamorado de mi mujer y vivir con ella. Y hemos decidido no retomar la actividad médica”.
Morín declara que él es sólo “un eslabón en la decisión de una mujer de no seguir adelante con su embarazo”. ¡Prácticamente un libertador!: “Hago un bien deseado por una persona para quien la gestación no le representa más que problemas en su vida en ese momento”.