Los jueves por la mañana tomamos el colectivo rumbo al hospital de leprosos, donde visitamos a las mujeres que viven en una especie de aldea, cada una en una pequeña pieza, aisladas del mundo exterior. Sus cuerpos están mutilados por la lepra, pero nunca vi tanta hermosura derramada, ¡es tan difícil describirlo con palabras! En medio de su soledad y su dolor, en estas mujeres que ni siquiera saben leer o escribir, he encontrado tanta belleza oculta, digna de ser retratada por un artista. ¡Cómo me gustaría poder describirles el tesoro de su presencia en mi vida! han cambiado mi forma de ver la realidad, me invitan a vivir en una actitud de recogimiento constante, de gratitud frente a la vida, ¡me llenan de esperanza!
Aunque suene ridículo, estas personas tan simples se han vuelto parte de mi vida, son tan importantes para mí y sé que ellas lo pueden ver en mis ojos, que no pueden disimular mi dolor al verlas sufrir. Hay tanta sencillez en nuestra amistad, nuestras conversaciones son tan monótonas, no tengo nada para ofrecerles y ellas tampoco esperan nada de nosotras, sin embargo despiertan mi admiración ¡son mis maestras! No me preguntan cuántos títulos he acumulado en estos años de estudio, ni cuántos idiomas he aprendido hasta ahora, simplemente se alegran al vernos llegar y nos regalan toda su hermosura en su simplicidad. ¡Hay tanta belleza en sus miradas!
Paula L.
Punto Corazón – India