Enamorarse de Cristo

lunes, 8 de mayo de
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En la misa del domingo me encontré con que unos seminaristas diocesanos recibían del obispo la admisión a las Sagradas Órdenes. De manera que la homilía tuvo un segmento especialmente dedicado a este acontecimiento, que marca el comienzo de una etapa más sólida -si se quiere- en la “carrera” del seminarista, de cara a la orden sacerdotal. Digamos que las lecturas del día, especialmente el pasaje del Evangelio que identifica a Jesús con la figura del Buen Pastor, sirvieron de adecuado disparador para reflexionar sobre la vocación de sacerdocio que estos jóvenes descubrieron en un momento de su vida y que los llevó hasta esa instancia. Al respecto, me llamó la atención una observación que hizo el obispo, que me quedó dando vueltas en la cabeza y en el corazón, y que quise compartir con ustedes. Monseñor Sergio les decía a los seminaristas que antes de las dos preguntas de rigor que se les formula como parte del rito de Admisión (sepan disculpar que no me las acuerde puntualmente pero tienen que ver con afirmar su voluntad de seguir con su preparación para acceder a las órdenes y seguir fielmente a Cristo) quería hacerles una pregunta más importante aún. “¿Qué es lo que más te atrae de Cristo? ¿Que es lo que te enamora? ¿Qué es aquello que te llevó a decidir entregarle tu vida? Porque si no están enamorados de Cristo no sirve de nada que estén sentados acá. No se puede trabajar para Cristo si no se está enamorado de Cristo. Primero el enamoramiento, después el trabajo. La generosidad, la buena voluntad, no alcanza para hacer. Hay que hacer por amor, por amor a Cristo; es la pasión por Cristo lo que empuja. Nunca se olviden de esto, y cuando flaqueen, vuelvan al primer amor. Cuando se está enamorado, cuando se ama, se quiere estar con la persona amada, se quiere compartir la vida con la persona amada, compartir todo, cada detalle. Hay casi una necesidad. Pidan la gracia de estar siempre enamorados de Jesús.” 

Esas palabras me quedaron resonando porque me pareció que no solamente podían destinarse a los seminaristas en ese momento especial, ni siquiera a los que han abrazado la vida religiosa en general, sino a todos los fieles. Si Jesús es el Buen Pastor y los cristianos, sus ovejas, sería bueno que recordemos usualmente porqué nos hemos decidido a seguirlo, qué fue lo que nos atrajo, qué es lo que nos enamora día a día, porqué ofrecemos nuestro tiempo y nuestro trabajo en un apostolado, porqué vale la pena gastar la vida por Él. En primer lugar porque nos ayudaría a reverdecer constantemente el amor por Nuestro Señor. Luego, porque también nos ayudaría a renovar la fuerza, la esperanza, la confianza para seguir caminando en la senda que Él eligió para cada uno, para buscar y hacer Su voluntad, como las ovejas siguen a su pastor: “Él llama a cada una por su nombre y las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz.”

¡Que tengan una gran semana!

 

Amanda Melgarejo