Juan desde la India, nos comparte su experiencia.
¡Me encanta esta misión! A veces me encuentro hablando con Jesús y le pregunto ¿de verdad me hiciste viajar 15000 km para empujar una silla de ruedas ida y vuelta al hospital? ¿O solo para jugar un simple juego con un niño en la puerta de mi casa? ¿O solo para hacer nuevos amigos? ¿Solo para visitar a ese que está solo, pero también a ese que está rodeado de gente? ¿Solo para sonreír en las calles? Y por supuesto, no necesito una respuesta de Él. Siempre intento responderle yo mismo, como le respondió la Beata Chiara Luce: “Si tú lo quieres Jesús, entonces yo también lo quiero”.
Y si… esta sencillez es prestarse, para lo que sea. Recuerdo una visita que le hicimos a una mujer en un barrio muy pobre. En cuanto la mujer nos vio sus ojos brillaron. Nos invitó a pasar y en ese mismo instante empezó a cocinarnos, almorzamos y charlamos un rato. Por supuesto ella nunca bajó el semblante, siempre sonriendo. Cuando terminé de comer, dejé mi plato, junté las manos a la altura del pecho, tambalee la cabeza (un gesto muy común en india) y le agradecí por todo. Pero lejos de alegrarse, borró su sonrisa y me dijo en Tamil “Tapo”, que significa prohibido, o eso está muy mal, porque un hijo a una madre jamás le debe agradecer, eso se usa solo fuera de la casa, replicó, y volvió a elevar el semblante y pintó nuevamente su sonrisa.
Cuando terminamos la visita y ya nos estábamos alejando de su casa, volví la mirada hacia ella, junté nuevamente mis manos en el pecho y le dije: ¡Gracias Mami! A la pobre mujer no le quedó otra que sonreírle aún más a su nuevo hijo.
Juan C.