Señora del Silencio

jueves, 7 de diciembre de
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Madre del Silencio y de la Humildad,
Tú vives perdida y encontrada 
en el mar sin fondo del Misterio del Señor.

Eres disponibilidad y receptividad. 
Eres fecundidad y plenitud. 
Eres atención y solicitud por los hermanos.
Estás vestida de fortaleza.

En Ti resplandecen la madurez humana
y la elegancia espiritual. 
Eres señora de Ti misma 
antes de ser señora nuestra.

No existe dispersión en Ti. 
En un acto simple y total, 
tu alma, toda inmóvil, 
está paralizada e identificada con el Señor.
Estás dentro de Dios y Dios dentro de Ti.
El Misterio Total te envuelve y te penetra,
te posee, ocupa e integra todo tu ser.

Parece que todo quedó paralizado en Ti,
todo se identificó contigo: 
el tiempo, el espacio, la palabra, 
la música, el silencio, la mujer, Dios.
Todo quedó asumido en Ti, y divinizado.

Jamás se vio estampa humana 
de tanta dulzura,
ni se volverá a ver en la tierra 
mujer tan inefablemente evocadora.

Sin embargo, tu silencio no es ausencia
sino presencia. 
Estás abismada en el Señor,
y al mismo tiempo, 
atenta a los hermanos, como en Caná.

Nunca la comunicación es tan profunda
como cuando no se dice nada, 
y nunca el silencio es tan elocuente
como cuando nada se comunica.

Haznos comprender 
que el silencio 
no es desinterés por los hermanos
sino fuente de energía e irradiación;
no es repliegue sino despliegue, 
y que, para derramarse, 
es necesario cargarse.

El mundo se ahoga 
en el mar de la dispersión, 
y no es posible amar a los hermanos
con un corazón disperso. 
Haznos comprender que el testimonio, 
sin silencio, 
es alienación; 
y que el silencio,
sin testimonio,
es comodidad.

Envuélvenos en el manto de tu silencio,
y comunícanos la fortaleza de tu Fe, 
la altura de tu Esperanza, 
y la profundidad de tu Amor.
Quédate con los que quedan
y vente con los que nos vamos.
¡Oh Madre Admirable del Silencio!

Ignacio Larrañaga. Encuentro.

 

Ernesto Camarena Báez