Hace un par de días, alguien -ante un simple gesto- nos compartió un pedacito de su historia.
Una persona le contó que conoció a su padre, y además le hizo escuchar algo muy importante: “lo apreciaba mucho, y se lo hice saber”.
Me quedó resonando.
Decimos que queremos a alguien. Se lo decimos con un “te quiero” escrito en algún mensajito o se lo decimos personalmente.
Pero, ¿somos conscientes de esas palabras? ¿O las naturalizamos?Nuestras actitudes, ¿reflejan de verdad eso?
¿Le hacemos saber a la otra persona que realmente la queremos?¿Somos atentos con ella?
¿Reconocemos cuánto vale quien tenemos enfrente nuestro?
¿Nos tomamos el tiempo para preguntarle y -por lo tanto- estamos dispuestos a escuchar cómo está, cómo están sus seres queridos? ¿Rezamos por ellos?
¿Le regalamos algo por más simple que parezca?
¿Le sonreímos, le damos un abrazo sincero que demuestre cuánto lo apreciamos?
¿Le hacemos sentir que cuenta con nosotros en los buenos momentos y, más aún, en los difíciles? ¿Valoramos y agradecemos su paso por nuestra vida?
Muchas veces tenemos presente esa frase que dice que vale más un gesto que mil palabras. Es hermoso escuchar los “te quiero”, pero más aún cuando esas dos palabras -breves pero que juntas significan mucho- recobran sentido a través de gestos concretos que no hacen que se las lleve el viento sino que lleguen como un mimo.
También pensaba en cuántas veces damos por obvio que la otra persona sabe que la queremos, que la apreciamos, y entonces solemos omitirlo…
Los detalles no son insignificantes, al contrario, son súper valiosos e importantes tanto como para quien los recibe como para quien los da.
(Cecilia Fernández – Septiembre 2016)