Feliz Primavera

jueves, 23 de septiembre de 2010
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REVERDECE

Se desperezan despacio cubriendo todo el espacio, vibran las notas del aire, revienta el color

Todas esas mariposas que entre las ramas reposan, ellas vienen de la tierra a pintar su color

Al llegar la primavera a ese arbolito que espera desnudo todo el invierno a vestirse de flor

Brota porque la esperanza todos los años le alcanza para sentir que la vida puede ser mejor

Nos reverdece la vida cuando a la monotonía por árida que parezca le crece una flor

 

Todos crecemos despacio. Todos merecen su espacio. Todos vienen a esta tierra a pintar su color.

Somos como esa florcita que en la primavera habita, tan fugaces como un solo brote de estación

Para que la primavera llegue a quien sufre o espera del invierno de una pena a aliviar su dolor

Tendrá que regar con sueños por mas que fueran pequeños pa’que reverdezca el alma con brotes de amor

Quiero sentir cada día que reverdece la vida. Quiero vivir en una primavera interior

Lula Fernandez

 

            La primavera es una fuerza vital que nos empuja. Pero también es una actitud, una opción frente al invierno de la pena, del sufrimiento, una opción por la vida, por el canto, por la familia humana, por lo viviente, por el amor, por la libertad, por el sueño, por el futuro, por la esperanza. No se trata de activar nuestra ingenuidad ni tampoco ponernos sentimentalista. Ese, claramente, no es el camino de la vida, ni tampoco es el camino que ha elegido Jesús para dejar sus huellas.

Frente a la clara conciencia de lo que implica el invierno, y frente a la clara conciencia de que hay eternos portadores de las fuerzas de la muerte, nosotros cantamos. Lo dice maravillosamente bien Mario Benedetti.

Si cada hora viene con su muerte, si el tiempo era una cueva de ladrones
los aires ya no son tan buenos aires, la vida es nada más que un blanco móvil 
y usted preguntará por qué cantamos 
si los nuestros quedaron sin abrazo la patria casi muerta de tristeza 

y el corazón del hombre se hizo añicos antes que estallara la vergüenza
usted preguntará por qué cantamos
cantamos porque el río este sonando, y cuando suena el río, suena el río
cantamos porque el cruel no tiene nombre y en cambio tiene nombre su destino
cantamos por el niño y porque todo, y porque algún futuro y porque el pueblo
cantamos porque los sobrevivientes y nuestros muertos quieren que cantemos

Si fuimos lejos como un horizonte, si aquí quedaron árboles y cielo
si cada noche es siempre era una ausencia y cada despertar un desencuentro
usted preguntará por qué cantamos
cantamos porque llueve sobre el surco y somos militantes de la vida
y porque no podemos ni queremos dejar que la canción se haga ceniza.
cantamos porque el grito no es bastante y no es bastante el llanto ni la bronca
cantamos porque creemos en la gente y porque venceremos la derrota
cantamos porque el sol nos reconoce y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo en aquel fruto, cada pregunta tiene su respuesta

Mario Benedetti 

La naturaleza es otra Biblia de Dios, otra revelación de Dios, donde podemos leer acerca de El, de la Creación, acerca de las leyes que nos atraviesan, acerca de la dinámica, de la fuerza a la que estamos invitados a sumarnos si queremos vivir. Este ciclo de la primavera nos recuerda que la naturaleza se mueve constantemente en un ciclo de vida-muerte-vida: nacimiento, desarrollo, declive, muerte, seguido siempre de un renacimiento. La humanidad ha aprendido de la sabiduría de este ciclo. Es un ciclo que no se detiene, propio de la creación. Este ciclo influye en todas las etapas de nuestra vida física y en todas las facetas de nuestra vida espiritual si nos avenimos a su ritmo y a su palpitación. Todo, desde el sol hasta los animales , las plantas, todo, presenta esta palpitación seguida de un titubeo y luego otra palpitación. El ritmo no es lineal: es pálpito-titubeo-pálpito. Primavera, verano-otoño-invierno, y nuevamente primavera.

La diferencia con los humanos es que resistimos a veces los aprendizajes de este ciclo, y le atribuimos a la muerte, al invierno, al sufrimiento, al titubeo, al des-follarse, al dejar ir, al regalarse, al enterrarse, a todo lo que nos suena a frustración, le atribuimos mala suerte, lo vemos como cosa negativa, que hay que repeler, que evitar. Y es allí donde justamente vamos perdiendo a pasos agigantados la sabiduría del vivir.

Mientras que la naturaleza, los animales, afrontan los ciclos de la naturaleza con buena voluntad , con ingenio, y con la paciencia necesaria para permanecer unidos a la familia que le toca, a su especie, frente a las duras etapas de sequía, de invierno. No dejan de vivir con lealtad y compromiso con la vida: sabia, protectora, sensible y al mismo tiempo dura.

La vida es dura: tiene procesos de invierno, y no hay manera de evitarlo. Todos, tarde o temprano. Nos vamos a deshojar, tendremos que concentrar nuestra savia en los abismos de nuestra alma, en lo que está en el fondo de la tierra, tendremos que morir y deshacernos, si es que queremos, como decía Jesús, dar frutos.

 

Generaciones anteriores, no se hablaba de la pareja como ‘enamoramiento’. La pareja se formaba para juntas, unir fuerzas para transitar los ciclos de la vida. Aunque parezca muy fuera de moda hoy, es un costado muy lindo sobre la unión de un hombre con una mujer: esas lealtades para enfrentar la vida, y transitarla, y atravesarla, esa paciencia mutua y esa fidelidad para participar juntos de un destino común que es la danza con la vida y con la muerte.

Eso es lo que hoy, creo yo, tenemos que volver a leer en este ‘libro’ que es la naturaleza. Reconciliarnos con los ciclos de la vida que nadie puede evitar, que va adoptando distintos ‘disfraces’, pero que cuando más intentamos resistirnos, más daño nos hacemos.

 

COMO LA CIGARRA

Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo estoy aquí  resucitando.
Gracias doy a la desgracia y a la mano con puñal, porque me mató tan mal, y seguí cantando.

Cantando al sol, como la cigarra, después de un año bajo la tierra,
igual que sobreviviente que vuelve de la guerra.

Tantas veces me borraron, tantas desaparecí, a mi propio entierro fui, solo y llorando.
Hice un nudo del pañuelo, pero me olvidé después que no era la única vez y seguí cantando.

Cantando al sol, como la cigarra, después de un año bajo la tierra,
igual que sobreviviente que vuelve de la guerra.

Tantas veces te mataron, tantas resucitarás. Cuántas noches pasarás desesperando.
Y a la hora del naufragio y a la de la oscuridad, alguien te rescatará, para ir cantando.

Cantando al sol, como la cigarra, después de un año bajo la tierra,
igual que sobreviviente que vuelve de la guerra.

María Elena Walsh

 

ZAMBA PARA NO MORIR Hernan Figueroa Reyes

 

Romperá la tarde mi voz hasta el eco de ayer.
Voy quedándome solo al final, muerto de sed, harto de andar.
Pero sigo creciendo en el sol, vivo.

Era el tiempo viejo la flor, la madera frutal.
Luego el hacha se puso a golpear, verse caer, solo rodar.
Pero el árbol reverdecerá nuevo.

Al quemarse en el cielo la luz del día, me voy
con el cuero asombrado me iré, ronco al gritar que volveré
repartido en el aire a cantar siempre.

Mi razón no pide piedad, se dispone a partir.
No me asusta la muerte ritual, solo dormir, verme borrar.
Una historia me recordará vivo.

Veo el campo, el fruto, la miel y estas ganas de amar.
No me puede el olvido vencer, hoy como ayer siempre llegar.
En el hijo se puede volver nuevo.

            La historia del RAPTO DE PERCEFONE (griego), CORË (romano) es un relato de los ciclos de la vida, pero al mismo tiempo es para nosotros un relato aleccionador.

            Percéfone es un prototipo de mujer protegida, como cera en las manos de una madre, que resultan en muchos casos altamente influenciables, adaptables, pasivas, carentes de voluntad propia. Parece que no viviera en el mundo real.

            Muchas veces lo religioso, lo espiritual, sirve como fuga del mundo real de ciertas mujeres u hombres, y los demás hacen todo por ellos. Viven como ‘caperucita, en un bosque donde supuestamente no hay lobo’.

            El significado de CORÉ, es “muchacha sin nombre”, es decir, es como una hoja en blanco en la cual durante mucho tiempo cada uno escribe lo que quiere y llena esa hoja en blanco como sin identidad, sin esqueleto, soñando con el príncipe azul, que luego se convierte en rana y vuelve a sumirse en una profunda crisis o ensoñación de mujer niña, inocente. El rol del inocente.

            En esta leyenda-mito, cuando esta mujer inocente come esta pepita que le ofrece Ades, con eso hace una especie de sello de pertenencia al reino de la muerte. Y de esta especie de iniciación en los misterios y realidades de la vida, de este sumergirse en el mundo de los infiernos, resurge como en un giro de 180º, un ser maduro. No pierde su infinita receptividad ni su sensibilidad, y estas propiedades se convierten –ahora maduras- en un don que las hace con frecuencia impresionantes artistas, excelentes terapeutas, grandes abogadas, defensoras de los derechos humanos, sensibles a las necesidades, guerreras cuando tienen que serlo.

            Esto es lo que le sucede a la mujer PERCÉFONE que se deja ‘raptar’ por el mundo subterráneo, y aprender a reconocer el mundo como una tarea.

            El mito expresa una realidad mucho más profunda que la simple explicación de la alternancia primavera-verano-otoño-invierno-. Explica que el ciclo de la vida, y con ella también la muerte, es un ciclo de sabiduría, que nos enseña a ser sabios. Y por esa razón, negarse a entrar en esa corriente, aceptar la tarea, andar el camino, escuchar la llamada, descubrir la misión, es como “morir sin haber nacido nunca” (Erich From)

 

YO RENACERÉ

yo renaceré ciervo en primavera. Tal vez regresaré gaviota de escollera

sin un pasado que olvidarme, sin nada mas que preguntarme

con un camino por delante

yo renaceré, amigo fiel , amigo mío, y me transformaré en un ser distinto al que yo he sido

águila blanca de montaña que vuela más no sueña

que va de frente que no engaña

yo renaceré, amigo, y tu estarás conmigo

sé que encontraré toda la fuerza que yo ansío

sin miedo alguno de caerme, seguro al fin de levantarme

seré un eterno caminante

yo renaceré sin mis pasadas frustraciones, y , amigo mío, intentaré

hacer verdad mis ilusiones.

tendré mi rumbo definido, feliz así de haber nacido

mirando al cielo,  al infinito

David Bolzoni

 

Hay en los ciclos de la vida distintas ‘maternidades’: maternidades artísticas, intelectuales (por ejemplo la de Madame Curie cuando dice que ella resigna su maternidad a favor de la investigación científica). Generan de esta manera el útero que nutre no solo el cuerpo sino la vida en todas sus dimensiones

 

            PERMISO PARA NACER (Pablo Neruda)

Hoy volveré a nacer: pido permiso. Permiso útero, permiso cordón prieto. Permiso agua, placenta, oscuridades.
No podrá retenerme la tibieza plácida y calma del vientre cobijante.
No podrán disuadirme las presiones de este túnel de carne que hoy me puja.
Con decisión inequívoca y sagrada determino nacer: me doy permiso.
Y aquí estoy, desnudo de corazas, dispuesto a recibir besos y abrazos
(no la palmada que provoque el grito: ya no permitiré que me golpeen.)
Parteros de quien vengo renaciendo, miren quién soy: soy digno. Los recibo.
Miren quién soy: adultamente niño. Miren quién soy: vengo a ofrecer mi entrega.
Miren quién soy: apenas si respiro, pero, de pie, me yergo y me estremezco,
dándome a luz en mi realumbramiento.
Tengo coraje para empezar de nuevo: fortalecido en mis fragilidades
lloro de dicha, de dolor… Lloro de parto. Lloro disculpas a quienes no me amaron,
por el maltrato, el frío, el abandono: lloro la herida de todo lo llorable.
Y lloro de ternura y de alegría por tanto recibido y encontrado:
lloro las gracias por el amor nutricio, por la bondad de los que me ampararon.
Lloro de luz, y lloro de belleza Por poder llorar: lloro gozoso.

Bienvenida es vuestra bienvenida. Sin más queja, dolido y reparado
por la caricia de este útero abrazante, aquí estoy: recíbanme. Soy digno.
Me perdono y perdono a quien me hiriera. Vengo a darles y a darme íntimamente
una nueva ocasión de parimiento a la vida que siempre mereciera.
Me la ofrezco y la tomo. Me redimo.

Con permiso o sin él, YO me lo otorgo: me doy permiso para sentirme digno, sin más autoridad que mi Conciencia.

 

A UN OLMO SECO (Antonio Machado)

Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina que lame el Duero!

 Un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores  que guardan el camino y la ribera, habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera va trepando por él, y en sus entrañas urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero

te convierta en melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana, ardas en alguna mísera caseta, al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida.
MI CORAZÓN ESPERA TAMBIÉN, HACIA LA LUZ Y HACIA LA VIDA, OTRO MILAGRO DE LA PRIMAVERA

 

Quizá podemos comparar este poema con nuestro corazón, con nuestra alma, con nuestra vida.

 

 “Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía! Porque ya pasó el invierno, cesaron y se fueron las lluvias. Aparecen las flores sobre la tierra, llegó el tiempo de las canciones y se oye en nuestra tierra el arrullo de la tórtola. La higuera dio sus primeros frutos y las viñas en flor exhalan su perfume. ¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía! Paloma mía, que andas en las grietas de las rocas, en lugares escarpados: muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz, porque tu voz es suave y hermoso tu semblante” (Cantar de los cantares 2, 10-14)