El Sacramento del Orden Sagrado (I)

miércoles, 23 de noviembre de 2011
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Catequesis miércoles 9 de noviembre 2011

 

 

EL SACRAMENTO DEL ORDEN,

SACRAMENTO AL SERVICIO EN LA COMUNIDAD

(puntos 1536 y ss del Catecismo de la Iglesia Católica)

 

El Catecismo de la Iglesia Católica ubica a los Sacramentos del Matrimonio y del Orden como sacramentos al servicio de la comunidad.

Dice el punto 1536: “El Orden es el Sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio apostólico. Comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.”

 

¿Qué quiere decir “Orden”?

 

La palabra Orden designaba, en la antigüedad romana, cuerpos constituidos en sentido civil, sobre todo los cuerpos orgánicos, que gobernaban. Por lo tanto “estar en un Orden” significaba pertenecer a un cuerpo orgánico de gobierno. El Sacramento del Orden indica entonces la pertenencia a un cuerpo orgánico que tiene la responsabilidad del servicio en el gobierno

 

Ordinatio designa la integración en un ordo. En la Iglesia hay cuerpos constituidos, que la Tradición con fundamentos en la Sagrada Escritura (cf Hb 5,6; 7,11; Sal 110,4), llama desde los tiempos antiguos con el nombre de taxeis (en griego), de ordines (en latín): así la liturgia habla del ordo episcoporum (cuerpo episcopal), del ordo presbyterorum (cuerpo presbiteral), del ordo diaconorum (cuerpo diaconal). También reciben este nombre de ordo otros grupos: los catecúmenos, las vírgenes, los esposos, las viudas… Son como realidades en el cuerpo total de la Iglesia que se constituyen en sí mismos en un orden particular, dado por el estado de vida al que cada uno de sus miembros pertenece, en relación al conjunto.

 

La integración en uno de estos cuerpos de la Iglesia se hacía por un rito llamado ordinatio, acto religioso y litúrgico que era una consagración (la Ordenación), una bendición o un sacramento. Hoy la palabra ordinatio está reservada al acto sacramental que incorpora al orden de los obispos, de los presbíteros y de los diáconos y que va más allá de una simple elección, designación, delegación o institución por parte de la comunidad, pues confiere un don del Espíritu Santo que la Iglesia discierne, acompaña en un proceso de formación y culmina en una entrega de este don sagrado, que sólo puede venir de Cristo, a través de su Iglesia. La ordenación también es llamada consecratio porque es un "poner aparte" y un "investir" por Cristo mismo para su Iglesia. La imposición de manos del Obispo, con la oración consecratoria, constituye el signo visible de esta consagración: ser conCristo cabeza en el cuerpo total de la Iglesia.

 

 

EL SACRAMENTO DEL ORDEN

EN LA ECONOMIA DE LA SALVACION

 

Este lugar de pertenencia a los que son (somos) llamados a formar parte del Orden Sagrado ha tenido distintas miradas en el transcurso de la economía de la salvación. De hecho, aparece un sacerdocio en la Antigua Alianza, que tiene sus características y la Iglesia naciente en Cristo toma de aquello para transformarla en un sentido nuevo según la nueva alianza. Podríamos decir entonces que hay un sacerdocio de la Antigua Alianza y un sacerdocio de la nueva Alianza en este ser sacerdote, mediador entre Dios y los hombres.

 

Dice el punto 1539 del Catecismo de la Iglesia Católica: El pueblo elegido fue constituido por Dios como "un reino de sacerdotes y una nación consagrada" (Ex 19,6; cf Is 61,6). Pero dentro del pueblo de Israel, Dios escogió una de las doce tribus, la de Leví, para el servicio litúrgico (cf. Nm 1,48-53), para el servicio de alabanza y ofrenda que el pueblo todo hacía al misterio de la alianza que celebraba.

Dios mismo es la parte de su herencia (cf. Jos 13,33). Un rito propio consagró los orígenes del sacerdocio de la Antigua Alianza (cf Ex 29,1-30; Lv 8). En ella los sacerdotes fueron establecidos "para intervenir en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados" (Hb 5,1).

 

1540  Instituido para anunciar la palabra de Dios (cf Ml 2,7-9) y para restablecer la comunión con Dios mediante los sacrificios y la oración, este sacerdocio de la Antigua Alianza, sin embargo, era incapaz de realizar la salvación, por lo cual tenía necesidad de repetir sin cesar los sacrificios, y no podía alcanzar una santificación definitiva (cf. Hb 5,3; 7,27; 10,1-4), que sólo podría alcanzada por el sacrificio del Sumo Sacerdote, Cristo.

 

1541 La liturgia de la Iglesia ve en el sacerdocio levitico o de Aarón y en el servicio de los levitas, así como en la institución de los setenta "ancianos" (cf Nm 11,24-25), prefiguraciones del ministerio ordenado de la Nueva Alianza. Como si Dios hubiera ido preparando el camino hacia el sacerdocio de la nueva alianza Por ello, en el rito latino la Iglesia se dirige a Dios en la oración consecratoria de la ordenación de los obispos de la siguiente manera:

 

        Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo… has establecido las reglas de la Iglesia: elegiste desde el principio un pueblo santo, descendiente de Abraham, y le diste reyes y sacerdotes que cuidaran del servicio de tu santuario…

 

1542 En la ordenación de presbíteros, la Iglesia ora:

 

        Señor, Padre Santo…en la Antigua Alianza se fueron perfeccionando a través de los signos santos los grados del sacerdocio…cuando a los sumos sacerdotes, elegidos para regir el pueblo, les diste compañeros de menor orden y dignidad, para que les ayudaran como colaboradores…multiplicaste el espíritu de Moisés, comunicándolo a los setenta varones prudentes con los cuales gobernó fácilmente un pueblo numeroso. Así también transmitiste a los hijos de Aarón la abundante plenitud otorgada a su padre.

 

1543 Y en la oración consecratoria para la ordenación de diáconos, la Iglesia confiesa:

 

        Dios Todopoderoso… Tú haces crecer a la Iglesia… la edificas como templo de tu gloria… así estableciste que hubiera tres órdenes de ministros para tu servicio, del mismo modo que en la Antigua Alianza habías elegido a los hijos de Leví para que sirvieran al templo, y, como herencia, poseyeran una bendición eterna.

 

 

El único sacerdocio es el de Cristo

 

Dice el punto 1544: Todas las prefiguraciones del sacerdocio de la Antigua Alianza encuentran su cumplimiento en Cristo Jesús, "único mediador entre Dios y los hombres" (1 Tm 2,5). Melquisedec, "sacerdote del Altísimo" (Gn 14,18), es considerado por la tradición cristiana como una prefiguración del sacerdocio de Cristo, único "Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec" (Hb 5,10; 6,20), "santo, inocente, inmaculado" (Hb 7,26), que, "mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los santificados" (Hb 10,14), es decir, mediante el único sacrificio de su Cruz lo constituye a Jesús en Sumo y Eterno Sacerdote.

 

El sacrificio redentor de Cristo es único. Ya no hacen falta más carneros ni cabritos ni otros animales que sirvan para la ofrenda, porque el Cordero de Dios, el que viene a quitar el pecado del mundo, es el que se entrega como único mediador entre Dios y los hombres.

Este acontecimiento de gracia se renueva memorialmente en el sacrificio eucarístico celebrado en la Asamblea Eclesial. Se hace presente por el sacerdocio ministerial sin que con ello se quebrante la unicidad del sacerdocio de Cristo en todos los bautizados. “Sólo Cristo es el verdadero sacerdote; los demás son ministros suyos” (S. Tomás de A. Hebr. VII, 4). Por eso decimos que hay dos modos de participar del único sacerdocio, de la mediación.

 

 

Dos modos de participar en el único sacerdocio de Cristo

 

Dice el punto 1546: Cristo, sumo sacerdote y único mediador, ha hecho de la Iglesia "un Reino de sacerdotes para su Dios y Padre" (Ap 1,6; cf. Ap 5,9-10; 1 P 2,5.9).

Toda la comunidad de los creyentes es, como tal, sacerdotal. Es decir que en Cristo es comediadora.

Los fieles ejercen su sacerdocio bautismal a través de su participación, cada uno según su vocación propia, en la misión de Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey. Por los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación los fieles son "consagrados para ser… un sacerdocio santo" (LG 10).

Y es bueno que aparezca esta dimensión bautismal, laical del sacerdocio, y al mismo tiempo vivirla en profunda comunión con el ministerio sacerdotal, el sacerdocio ministerial o jerárquico de los obispos y de los presbíteros, en comunión con el sacerdocio común de todos los fieles.

"Aunque su diferencia es esencial y no sólo en grado, están ordenados el uno al otro; ambos, en efecto, participan, cada uno a su manera, del único sacerdocio de Cristo" (LG 10). ¿En qué sentido? Mientras el sacerdocio común de los fieles se realiza en el desarrollo de la gracia bautismal (vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el Espíritu), el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos, particularmente en la administración de todos los Sacramentos, en el acompañamiento pastoral y en el ejercicio del gobierno del pueblo de Dios confiado al ministro, que colabora con los Obispos.

 

In persona Christi Capitis…

 

Dice el punto 1548: En el servicio eclesial del ministro ordenado es Cristo mismo quien está presente a su Iglesia como Cabeza de su cuerpo, Pastor de su rebaño, sumo sacerdote del sacrificio redentor, Maestro de la Verdad. Es lo que la Iglesia expresa al decir que el sacerdote, en virtud del sacramento del Orden, actúa "in persona Christi Capitis" (cf LG 10; 28; SC 33; CD 11; PO 2,6).

Es Jesús quien actúa en el ministro; sacramentalmente lo decimos, es el ministro un Sacramento de Cristo Cabeza, es una presencia eficaz y real de la gracia de Jesús que pastorea, gobierna, ofrece el sacrificio redentor, es maestro de la enseñanza. Todo porque por el Sacramento del Orden actúa en persona de Cristo.

Es el mismo Cristo Jesús Sacerdote cuya persona representa el que es ministro. De allí el cuidado que debemos tener de la persona del sacerdote. La representación de Cristo es la de un servidor, la de la Última Cena, la de la ofrenda, la de la entrega de la vida. Tiene un carácter humilde, sencillo, servicial, y al mismo tiempo, sagrado.

 

Es la gracia de la consagración sacerdotal recibida del ministerio del Obispo y de la vida del Espíritu Santo a través de la Iglesia la que nos constituye a los presbíteros en ese lugar que no es de dignidad sino de servicio. Es jerárquico, entendida la jerarquía como un lugar de servicio, desde el gobierno y el mando. Es servicio, no lugar de poder, no de mando sin discernimiento. Por eso la gracia que debemos pedir para nosotros, los ministros, es la de profunda humildad servicial, en el lugar en que nos toque estar, que es éste que claramente define la Iglesia: cabeza, pastor, capaz de hacer la ofrenda del sacrificio y ofrecerse a sí mismo, y maestro, enseñar. Gobernar, santificar y enseñar son las tres características que configuran el ser ministro sacerdote en persona de Cristo cabeza.

 

 

Padre Javier Soteras