“Hagan esto en memoria mia”

sábado, 29 de octubre de 2011
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El título de la catequesis de hoy es “El sacrificio sacramental, acción de gracias, memorial, presencia”

 

Hay una expresión de Jesús en la última cena que la recogen los evangelios y hace eco de ella el apóstol Pablo en la I de Corintios 11 – 24, 25, "hagan esto en memoria mía"

Si los cristianos celebramos la Eucaristía desde el principio y de forma que en su sustancia no ha cambiado a través de la gran diversidad de épocas, y de liturgias, sucede porque sabemos que estamos sujetos a un mandato divino que es el fundante de la experiencia eucarística, la expresión de Jesús en la víspera de la pasión, "hagan esto en memoria mía".

 

Este mandato lo cumplimos porque así el Señor lo pide, es la gran motivación que tenemos, no hay otro motivo por el cual decidimos participar de la asamblea eucarística, de la mesa fraterna, del lugar de la acción de gracia, del memorial y de su presencia.

Al hacerlo, ¿qué hacemos? le ofrecemos al Padre lo que él mismo nos ha dado. Los dones de su creación, el pan y el vino convertidos por el poder del Espíritu Santo y las palabras de Cristo en su cuerpo y en su sangre, en el mismo Jesús. El Padre nos lo ha dado todo y todo nos lo ha dado en Cristo. Ofrecer a Cristo es lo mejor que podemos darle a él que nos lo dio todo.

 

Monseñor Romero ofreció su vida en la lucha por la justicia, a favor de los más débiles y desprotegidos, es su voz consagrando, es la ofrenda de alguien que es un mártir de la Iglesia en América Latina. Nosotros también estamos invitados a ofrecer lo mejor de nosotros mismos.

 

Cuál es la ofrenda tuya de este tiempo en Cristo Eucaristía, es la ofrenda de tu dolor y de tu alegría, es la ofrenda de tu trabajo, es la ofrenda de este tiempo donde Dios te pide paciencia, donde Dios te pide entereza, desde qué lugar sentís que Dios te pide que des con un corazón contrito y humillado lo mejor de vos mismo. Esta es la consigna de nuestra catequesis de hoy.

 

 

Hoy te invitamos a compartir qué ofrenda te sentís invitado a hacerle a Jesús Eucarístico, para que así tu vida sea fecunda en él.

 

La Eucaristía, sacramento en el que Dios nos regala la redención en Cristo por el don de la cruz y el sacrificio de la alabanza en la acción de gracias por la obra de la creación. En el sacrificio eucarístico, toda la creación amada por Dios es presentada al Padre por la muerte y la resurrección de Jesús a través de su Pascua.

Por Cristo la Iglesia puede ofrecer el sacrificio de alabanza en acción de gracias y por todo lo que Dios ha hecho de bueno, de bello, de justo, de noble, en la creación y en la humanidad. Por eso cuando hacemos ofrenda de nosotros en la Eucaristía, en esa sencilla, humilde, simple, escondida y silenciosa ofrenda, en lo secreto del corazón, va la comunión con todo lo creado, y eso nos abre en perspectiva de vínculo hermanado con todo lo que Dios nos ha regalado en la creación. Por eso tu ofrenda y tu entrega está unida a esa gran ofrenda donde Cristo recapitula todo en sí y lo entrega al Padre, de ahí que la entrega que hagamos de lo nuestro en Cristo adquiere caracteres de eternidad y de universalidad. Desde allí te estamos invitando a compartir qué ofrenda te sentís invitado a hacerle a Jesús Eucarístico para que tu vida sea más fecunda en él.

 

Nuestra ofrenda y entrega de corazón de lo más profundo de nuestro ser, acontece en el memorial de la entrega de Cristo en su cuerpo y en su sangre, en su realidad de ser presencia en la comunidad. La eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, la actualización y la ofrenda sacramental de su único sacrificio en la liturgia de la Iglesia que es su cuerpo. La ofrenda de Jesús, el memorial eucarístico de su pasión, muerte y resurrección acontece en el ámbito del cuerpo de Cristo que es la Iglesia. De algún modo no existe memorial sino está dado este acontecimiento de eclesialidad. La continuidad del misterio pascual de Jesús supone la ofrenda y la entrega de nosotros mismos, unidos misteriosamente a Cristo constituyéndonos con él, un solo ser.

El memorial no es solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado sino la proclamación de las maravillas que Dios ha realizado en favor de los hombres. En la celebración estos acontecimientos se hacen en cierta forma presente y actual, los que pasaron y los presentes y también los que vendrán. Son perennes, entrega, sacrificio, ofrenda, memorial.

 

De esta manera Israel entiende la liberación de Egipto, cada vez que celebraba la Pascua los acontecimientos del éxodo se hacían presentes a la memoria de los creyentes a fin de que conformen su vida a estos acontecimientos, y en el germen de liberación que el memorial del éxodo reavivaba en el corazón de los discípulos en el camino de Moisés, se actualizaba en el presente ese mismo proceso de transformación y de renovación.

 

Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía hace memoria del otro proceso de liberación del nuevo Moisés en la nueva Pascua, la de Cristo, donde el sacrificio ya no es un animal que se ofrenda sino el mismo cordero de Dios que se entrega, que nos invita a ser con él uno en la entrega, "hagan esto en memoria mía" y aprendan de mí que soy el que se sienta a la mesa como el que sirve. Cuantas veces se renueva en el altar el sacrificio Pascual en el que Cristo Jesús, nuestra Pascua, fue inmolado, se realiza nuestra obra de redención. Es decir, somos introducidos nosotros también en esta entrega y en esa ofrenda. Por eso preguntarnos lo que hoy nos estamos preguntando en la consigna tiene que ver sencillamente, cómo y de qué manera sentís que estás llamado a co participar en el misterio pascual de Jesús, cómo y de qué manera sentís que el misterio de la pascua de Jesús es tu misterio pascual. En dónde y en qué lugar Cristo Jesús te invita a actualizar el misterio de la Pascua.

Hoy te invitamos a compartir que ofrenda estás invitado a hacerle a Jesús Eucarístico y así en él tu vida sea más fecunda.

 

 

La Eucaristía es una ofrenda porque representa la entrega de Jesús en la cruz, porque es su memorial y aplica su fruto. Cristo nuestro Dios y Señor se ofreció a Dios Padre, una vez por todas, muriendo como intercesor sobre el patíbulo de la cruz, a fin de realizar una redención de siempre, eterna. Sin embargo como su muerte no debía poner fin a su sacerdocio, en la última cena, la noche en la que fue entregado quiso dejar a la Iglesia – su esposa amada – un sacrificio visible como lo reclama la naturaleza humana, donde estaría representado el sacrificio sangriento que iba a realizarse una única vez en la cruz, cuya memoria se perpetuaría hasta el fin de los siglos, cuya virtud se aplicaría a la redención de los pecados de todos los días y de cada día, de todos los hombres y de todo hombre.

 

Este es el amor que el Padre nos ha tenido, esta es la gran ofrenda del Padre a la que el Hijo por amor no puede responder sino en el amor a nosotros y al Padre de una manera semejante. El Padre nos entrega al Hijo, el Hijo sabe que la ofrenda del Padre es grande por el amor que sabe que el Padre le tiene, y por eso se anima también él siguiendo la voluntad del Padre a ofrecer su propia vida y nos muestra el camino a través del cual la vida adquiere plenitud, transformación, cuando es ofrenda.

 

En los evangelios hay relatos de ofrendas que Jesús señala como aquella de los cinco panes y los dos peces de un niño, que son suficientes para que todo se transforme y de repente los que padecen hambre que son más de 5000 hombres sin contar mujeres y niños, vean saciada su hambre a raíz de la transformación que surge de la ofrenda de un niño que da 5 panes y 2 peces.

En el templo hay mucha gente que hace su ofrenda pero a los ojos de Jesús hay una que le llama la atención, es una viuda que ha puesto solo una moneda, ésta -dice Jesús- dio más que nadie, porque lo dio todo no se guardo nada. Nosotros en esta mañana somos invitados a descubrir que hay algo de lo nuestro que está llamado a ser transformado, es lo que hemos entendido que debe quedar entre nuestras manos, casi como la posesión de herencia más importante que tenemos, es para ser entregada y para ser ofrecida, en Dios será transformada.

 

A la ofrenda de Cristo se unen no solo los miembros que están todavía aquí abajo sino también los que están ya en la gloria del cielo.

La Iglesia ofrece la ofrenda eucarística en comunión con la Virgen y haciendo memoria de ella como de todos los Santos y todas las Santas, en la Eucaristía la Iglesia con María, está al pie de la cruz unida a la ofrenda y a la intercesión de Cristo. La ofrenda eucarística también es por los fieles que partieron, que han muerto en Cristo y todavía no están plenamente purificados – dice el Concilio de Trento – para que puedan entrar en la luz y en la paz de Cristo. 

 

Entierren este cuerpo en cualquier parte, no se preocupen más de su cuidado, solamente les ruego que donde sea que lo hallaran se acuerden de mí ante el altar del Señor, Santa Mónica se lo decía a San Agustín antes de su muerte. Por eso también el valor de nuestra ofrenda por los que partieron.

 

En el sencillo gesto de la ofrenda personal nosotros entramos en comunión con todos los hombres que sufren y que viven y que late en su corazón a la expectativa de que Dios se manifieste en su plenitud, sean ellos conscientes o no. 

 

Es un dolor de parto el que vive la humanidad hasta ver esta manifestación de la gloria de Dios, como nosotros la sabemos y la reconocemos y estamos contemplándola.

De hecho, como cualquier hijo de vecino transitamos en este valle de lágrimas, nuestra ofrenda en comunión con los que todavía no han ni olido la presencia del Dios viviente es sencillamente para que se adelante el tiempo y en nuestra ofrenda y en nuestra entrega va el clamor del corazón para que la gracia de Dios llegue a todos los hermanos Mara nata, ven Señor Jesús, lo dice el Espíritu en nosotros, en nosotros como cuerpo, en la Iglesia que es la esposa de Cristo.

El Espíritu y la esposa dice el libro del Apocalipsis, dicen Ven Señor Jesús, Mara nata.

 

Nos vamos despidiendo, el Señor nos bendecirá como todos los días con su presencia, tengan un buen fin de semana. Hasta el lunes.